Presentación del libro Memoria del Beato Josemaría Escrivá de Balaguer

Memoria del Beato Josemaría Escrivá, entrevista de Salvador Bernal a Mons. Javier Echevarría.

Se cumplen ahora veinticinco años del 26 de junio de 1975, día del inesperado fallecimiento de Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer. Aquella mañana había acudido a Villa delle Rose (Castelgandolfo), sede entonces del Colegio Romano de Santa María, con don Álvaro del Portillo y don Javier Echevarría. Allí se sintió indispuesto, y debió anticipar el regreso a Roma. Poco antes de las 12 del mediodía, nada más entrar en su lugar habitual de trabajo, llamó a don Javier, que se había quedado rezagado, cerrando la puerta del ascensor. Casi inmediatamente, repitió con más fuerza: -¡Javi! Y añadió, en voz ya muy débil, cuando don Javier entraba en la estancia: -No me encuentro bien. Fueron sus últimas palabras en la tierra.

Y fue don Javier Echevarría la persona que recibió esa frase final, después de veinticinco años de convivencia diaria. Miembro del Opus Dei desde 1948, había comenzado a tener en 1950 una relación muy directa con el Fundador. Ese trato se intensificó al ser nombrado secretario suyo en 1952, y se hizo continuo a partir de 1956, cuando fue elegido Custos de Mons. Escrivá de Balaguer, es decir, una de las dos personas que, de acuerdo con los Estatutos del Opus Dei, habían de vivir siempre con el Presidente General (a partir de 1982, con el Prelado), y ayudarle en su vida y en su trabajo cotidiano. A don Javier correspondía especialmente lo relacionado con la organización externa: ocuparse del cuidado de las cosas materiales, y advertirle lo que considerase oportuno, con plena libertad y sinceridad. Cumplía esta función en todo momento: en Roma, o en los viajes a las diversas ciudades y naciones, abundantísimos en los años sesenta y setenta.

Desempeñó esas tareas de secretario y de Custos hasta el instante mismo del fallecimiento de Mons. Escrivá de Balaguer. En el último período, además, fue Consultor del Consejo General del Opus Dei. Esa estrecha convivencia tuvo por escenario, sobre todo, el edificio de Villa Tevere, donde transcurrió la mayor parte de la vida del Fundador en Roma.

Ahí sigue hoy Mons. Javier Echevarría, en la actualidad, Obispo titular de Cilibia y Prelado del Opus Dei. Pasa muchas horas del día en la habitación en que también trabajaba Mons. Escrivá de Balaguer; cruza los pasillos que recorría cada jornada; descansa por la noche en su mismo y mínimo cuarto personal; usa objetos que utilizaba y veía cotidianamente. Como es natural, los recuerdos y las imágenes cobran particular colorido en el lugar donde murió, el despacho destinado en aquella época al Secretario General de la Obra, que se conserva con el aspecto externo que tuvo siempre.

Se comprende que su testimonio sea decisivo -después de Mons. Álvaro del Portillo-, para profundizar en la personalidad y en la doctrina de Mons. Escrivá de Balaguer. Por esto, a más de un lector de mis Apuntes sobre la vida del Fundador del Opus Dei, aparecidos en 1976, le habrá extrañado mi silencio sobre don Javier, no mencionado expresamente en ningún lugar del libro. La razón es muy sencilla: justamente porque tenía tanto que decir, debía llevarle mucho más tiempo que a otros ordenar sus vivencias, consciente de su responsabilidad de transmitir a las generaciones futuras tantos hechos y palabras del Fundador. Desde siempre, don Javier -un hombre que combina su gran corazón con un excepcional sentido del orden- había ido tomando nota de cuanto oía al Fundador del Opus Dei, de tantas escenas que vivía a su lado. Y fue elaborando sus abundantes recuerdos, especialmente con vistas a la causa de beatificación de Mons. Escrivá.

En el libro que hoy presento al lector, mi colaboración ha sido mínima, dentro del evidente deseo de dar a conocer nuevos rasgos del espíritu del Opus Dei, y de la vida y la enseñanza de aquel a quien tantos conocieron y trataron como Padre. Mi aportación ha consistido en formular preguntas y elaborar el índice del libro, el orden de los epígrafes. Sin omitir aspectos esenciales, ya conocidos por la evidente difusión de la figura y de las obras de Mons. Escrivá de Balaguer, he procurado también abordar cuestiones planteadas a lo largo de los años, o que considero interesantes para la opinión pública. No podía perder la oportunidad de publicar una información tan autorizada como la que el lector puede hoy sopesar. Si, a pesar de todo, encuentra silencios, la responsabilidad de la omisión es sólo mía: siento no haber formulado esa pregunta.

Al ordenar estas páginas, me ha parecido lógico empezar por el final: partir de la santidad de vida de Mons. Escrivá de Balaguer, confirmada solemnemente por la Sede Apostólica el 17 de mayo de 1992. Querría hablar sobre todo de existencia cristiana, de vida contemplativa, de heroísmo en las virtudes. En definitiva, de aspectos que apenas traté en los Apuntes... de 1976. Porque en modo alguno este libro pretende ser una biografía histórica, sino más bien una aportación significativa al conocimiento del perfil espiritual del Beato Josemaría.

Como es natural, me apasionan los enfoques que enlazan el espíritu del Opus Dei con las realidades humanas y culturales de nuestro tiempo. Soy consciente de la necesidad de ahondar en esas cuestiones desde la Teología espiritual, de acuerdo con la idea central recogida en el Decreto de la Congregación para las Causas de los Santos sobre las virtudes heroicas de Josemaría Escrivá de Balaguer: "Este mensaje de santificación en y desdelas realidades terrenas se muestra providencialmente actual para la situación espiritual de nuestra época. En efecto, en los tiempos presentes, a la vez que se exaltan los valores humanos, también se advierte una fuerte inclinación hacia una visión inmanente del mundo, entendido como algo separado de Dios. Y este mensaje invita a los cristianos a buscar la unión con Dios a través del trabajo diario, que constituye una obligación y una fuente perenne de la dignidad del hombre en la tierra. Por lo que resulta patente la adecuación de este mensaje con las circunstancias de nuestro tiempo, y parece además destinado a perdurar de modo inalterable, por encima de las vicisitudes históricas, como fuente inagotable de luz espiritual" (Roma, 9 de abril de 1990).

Pío XII había aprobado definitivamente ese espíritu en 1950. El Concilio Vaticano II consagró la doctrina y la teología del laicado, que Josemaría Escrivá de Balaguer había predicado y vivido al menos desde 1928. Este Concilio Ecuménico introdujo también la institución de las diócesis peculiares y de las prelaturas personales que -desarrollada por Pablo VI- permitiría a Juan Pablo II aplicar al Opus Dei normas canónicas adecuadas al carisma fundacional. Sin perder de vista ese contexto -ni el entrelazamiento de la historia del Opus Dei con la vida del Fundador-, aquí me interesa más su persona, las experiencias de Cristo y de vida cristiana en su alma; en definitiva, la búsqueda de nuevos trazos y facetas de un hombre santo, que nació, vivió y murió en el siglo XX.