a) Apostolado y palabra cristiana

“La santificación del trabajo. El trabajo en la historia de la espiritualidad”. Libro escrito por el teólogo José Luis Illanes. Décima Edición revisada y actualizada.

„Todas las situaciones por las que atraviesa nuestra vida nos traen un mensaje divino, nos piden una respuesta de amor, de entrega a los demás (...). Hay que reconocer a Cristo, que nos sale al encuentro, en nuestros hermanos los hombres. Ninguna vida humana es una vida aislada, sino que se entrelaza con otras vidas. Ninguna persona es un verso suelto, sino que formamos todos parte de un mismo poema divino, que Dios escribe con el concurso de nuestra libertad“ (164). Nacemos y vivimos entre hombres, y ese nacer y ese vivir engendran vínculos, relaciones, trato, amistad. La fe cristiana, iluminando desde dentro esas realidades, las dota de un sentido más profundo, haciendo más íntimos los lazos que de ellas derivan. Y así, como prolongación de las relaciones humanas, del sentido de la amistad, de los vínculos familiares y sociales, surge el apostolado, traducción en obras y de verdad, por nuestra parte, del gran empeno de Dios, „que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad“ (1 Tm 2,4)“ (165); “entrega a los demás hombres, para revelarles a Cristo y llevarles hacia Dios Padre“ (166).

El anuncio de Cristo, la palabra sobre Dios, la referencia al sentido cristiano, divino, del vivir, la transmisión a otros de la fe que se ha recibido, se entrelazan, en el existir del cristiano corriente, con el trabajo, con las incidencias que lo jalonan, con las conversaciones que el trabajar y la vida de relación provocan: no solo surge con ocasión del trabajo, sino que tiene en el trabajo, y en el conjunto de las relaciones familiares y sociales, su punto de apoyo. „Mi alegría es vuestra alegría, porque permanecéis seguros en la certeza de que, por la vocación que hemos recibido, nuestro trabajo ordinario en el mundo -el propio de cada uno- es para nosotros el medio específico más eficaz de lograr la perfección cristiana, haciendo un apostolado fecundo“ (167). „Puesto que vivimos en las mismas circunstancias que los demás, participando de todas sus preocupaciones y problemas, con nuestra convivencia, penetrada de caridad, procuramos llevarlos a Dios“; ya que „a todos hacemos ver cómo cualquier labor, por humilde que sea, si se hace bien y por un motivo sobrenatural, se enaltece. Más aún: esta espiritualización de las tareas humanas permite que, con nuestro trabajo, podamos cooperar en la obra divina de la Redención, y que nos sintamos verdaderos hermanos en la gran familia de los hijos de Dios“ (168).

De ahí que, naciendo de la vida corriente, el manifestar a Dios y llevar hacia Él, núcleo del empeño apostólico, se exprese, de ordinario, en palabras sencillas, naturales, cotidianas. El fiel corriente no obra en virtud de representaciones oficiales, ni de mandatos jerárquicos: no tiene más título -y ya es suficiente- que su personal condición de cristiano. La palabra que pronuncia es palabra que va de amigo a amigo, de compañero a compañero, abriendo, con sencillez y naturalidad, perspectivas cada vez más hondamente humanas y cristianas. Apostolado que se produce al „recorrer juntos el camino de la vida profesional y civil“ (169) y que el Fundador del Opus Dei gustaba en llamar „apostolado de amistad y confidencia“. „Esas palabras, deslizadas tan a tiempo en el oído del amigo que vacila; aquella conversación orientadora, que supiste provocar oportunamente; y el consejo profesional, que mejora su labor universitaria; y la discreta indiscreción, que te hace sugerirle insospechados horizontes de celo... Todo eso -leemos en Camino - es ‘apostolado de la confidencia’“ (170).

En una homilía pronunciada durante un mes de mayo, después de haber recordado que todo cristiano ha recibido la misión de dar a conocer a Cristo, el Beato Josemaría se explicaba ampliamente: „Quizá alguno se pregunte cómo, de qué manera puede dar este conocimiento a las gentes. Y os respondo: con naturalidad, con sencillez, viviendo como vivís en medio del mundo, entregados a vuestro trabajo profesional y al cuidado de vuestra familia, participando en los afanes nobles de los hombres, respetando la legítima libertad de cada uno (...). Actuando así daremos a quienes nos rodean el testimonio de una vida sencilla y normal, con las limitaciones y con los defectos propios de nuestra condición humana, pero coherente. Y, al vernos iguales a ellos en todas las cosas, se sentirán los demás invitados a preguntarnos: ¿cómo se explica vuestra alegría?, ¿de dónde sacáis las fuerzas para vencer el egoísmo y la comodidad?, ¿quién os enseña a vivir la comprension, la limpia convivencia y la entrega, el servicio a los demás? Es entonces el momento de descubrirles el secreto divino de la existencia cristiana: de hablarles de Dios, de Cristo, del Espíritu Santo, de María. El momento de procurar transmitir, a través de las pobres palabras nuestras, esa locura del amor de Dios que la gracia ha derramado en nuestros corazones“ (171). Y enseguida concluía: „El apostolado cristiano -y me refiero ahora en concreto al de un cristiano corriente, al del hombre o la mujer que vive siendo uno más entre sus iguales- es una gran catequesis, en la que, a través del trato personal, de una amistad leal y auténtica, se despierta en los demás el hambre de Dios y se les ayuda a descubrir horizontes nuevos: con naturalidad, con sencillez he dicho, con el ejemplo de una fe bien vivida, con la palabra amable pero llena de la fuerza de la verdad divina“ (172).

El texto que acabamos de reproducir manifiesta muy claramente cuál es la entraña, la naturaleza, de acuerdo con la predicación del Beato Josemaría, de ese apostolado de amistad y confidencia nacido del trabajo mismo, de los avatares de la vida ordinaria. Un apostolado que es, por lo demás, prolongación del vivir de los primeros cristianos (173) y eco fiel de unas palabras bien conocidas de San Pedro: „glorificad a Cristo en vuestros corazones, siempre dispuestos para dar, a todo el que os la pida, razón de vuestra esperanza“ (174). Podrían añadirse más cosas, pero baste, por ahora, con lo dicho; pasemos, pues, al segundo punto -el testimonio-, que nos permitirá completar algunas de las perspectivas apuntadas.

Notas

164 Es Cristo que pasa , n. 11

165 Amigos de Dios , n. 230.

166 Es Cristo que pasa , n. 49.

167 Carta 15-X-1948, n. 1.

168 Carta 14-II-1950, nn. 19 y 20.

169 Carta 15- VIII-1953, n. 11.

170 Camino , n. 973.

171 Es Cristo que pasa , n. 148.

172 Ibid. , n. 149. Sobre el trasfondo teologal de la alegría cristiana, ver J. ECHEVARRIA, Itinerarios de vida cristiana , cit., pp. 253-263.

173 A ellos remite expresamente, también en este punto, el Fundador del Opus Dei; ver, por ejemplo, Amigos de Dios , nn. 269-270.

174 1 P 3, 15

Jose Luis Illanes