Ganarse el cielo jugando al hockey

Guadalupe Lobo tiene 27 años y vive en Torrealta, una escuela de hotelería-residencia para chicas que van a estudiar a Buenos Aires. Nos cuenta como descubrió su vocación, muy joven, cuando practicaba asiduamente su deporte preferido.

Con dos de sus hermanos.

Toda mi vida hice mucho deporte porque me apasiona. De pequeña hacía natación, jugaba al voley y al hockey en el SIC (San Isidro Club), pero creo que fue en el hockey donde vi mi vocación más claramente.

Hay un mensaje del Opus Dei que para mí en ese entonces era novedoso y me gustó mucho. Es el hecho de no sólo ofrecer a Dios las contrariedades de la vida para ganarse el Cielo, sino también las cosas buenas que nos pasan cotidianamente. Había escuchado frases como “si te duele la cabeza, ofrécelo”; “si te suspenden en el colegio y habías estudiado, ofrécelo”. Pero yo descubrí en la Obra que lo bueno también lo podía ofrecer y ganarme así el Cielo.

Me acuerdo que me deslumbré cuando entendí que jugando un partido de hockey y poniendo el mismo esfuerzo que ponía siempre, me podía ganar el Cielo: hacerme santa. Eso para mí fue un mundo nuevo y alucinante, lo quería para mí porque me gustaba jugar al hockey y, además, con eso podía acercarme a Dios, eso era lo mío.

En el SIC, con compañeras de hockey

Se me abrió un horizonte muy positivo, muy animante y muy atrayente también. Ver que me podía hacer santa con lo que me gusta me cambió la vida y ahí empecé a tomarle más gustito a la Obra. Empecé a rezar más, hablar más con Dios y después de hacer un curso de retiro de tres días, que los dediqué más especialmente a rezar, me di cuenta de que Dios me pedía que le entregara mi vida en el Opus Dei como numeraria .

¿Cómo reaccionó tu familia ante la noticia?

Mis padres son supernumerarios y lo recibieron bien aunque, por supuesto, les costó. Cuando le conté a mi mamá que quería ser numeraria, me dijo: “yo siempre rezo para que mis hijos vean su vocación, pero ahora me cuesta aceptar que Dios está llamando a uno”.

Guada con todos sus hermanos

Me escribió una carta y decía: “estoy como una gallina que quiere dejar a sus pollitos debajo de su ala, pero eso no les hace bien y tengo que dejarlos salir para que crezcan”. Los dos me dijeron: “Si vos estás feliz, nosotros estamos felices”.

Yo soy la más grande de 7 hermanos y a los que más les costó aceptarlo fueron a mi hermana y mi hermano que me siguen porque éramos muy compinches y yo creo que sentían que se les iba su hermana. De todos modos, no lo tomé como un agravio a mí o a la Obra, sino simplemente que estaban creciendo y hay cosas que lleva tiempo entenderlas.

¿Por qué relacionas el deporte con una vida cristiana en serio?

Una de las cosas que escuché por primera vez cuando empecé a ir a un centro del Opus Dei es hacer las cosas hasta el final: poner las últimas piedras . Para mí jugar al hockey fue clave en esto. Es fácil empezar a trotar los 40 minutos que tenemos que correr para entrar en calor, pero no es tan fácil llegar hasta el final. Corremos 35 ó 37 minutos y los 40 los completamos caminando, pero trotar todo, hasta el final… Ahí descubrí que uno se puede ganar el Cielo con lo que le gusta, pero hay que poner esfuerzo.

Con la familia al completo.

Entonces, ¿por qué se puede ofrecer esto? Porque a Dios le gusta, lo hago aunque nadie más lo vea, lo hago porque Dios lo espera. Además, al ser un deporte en equipo, hay que pensar en el resto. Yo fui la capitana y eso te ayuda a mirar más a las demás, ver qué necesita la otra, darles ánimo. Pienso que Dios se sirvió de esto para que yo viera que me quería para Él y para dar lo que tenía y lo que iba a recibir. Tenía todo por recibir y tenía que darlo a las demás.