“Ha sido un gran esfuerzo, pero ha merecido la pena"

Algunas chicas de Perú, Kenia y Uganda han tenido que trabajar durante dos años y superar muchas dificultades para participar en la Jornada Mundial de la Juventud.

De la escuela Ribalera de Perú han venido 7 chicas, dos de ellas jóvenes profesoras y las demás alumnas. Ribalera está situada en la zona de Chosica una de las más marginales de los alrededores de Lima.Todas ellas han trabajado duramente hasta reunir el dinero para venir a España a la Jornada Mundial de la Juventud. 

Rosa Velásquez ya tiene 29 años y trabaja de empleada del hogar en una casa, con lo que ayuda a su familia. Por las tardes estudia en Ribalera y ha realizado todo tipo de trabajos para costearse el viaje: “Ha sido un gran esfuerzo, nos dice, pero ha merecido la pena, solo por ver a tantos jóvenes de todo el mundo, de aspecto distinto, que hablan diferente, pero todos unidos por la misma fe y la misma alegría”. 

Catherine Vasquez, Ana González y Antonella Ruiz son las más jóvenes del grupo. Dicen que nada más volver a Lima van a empezar a trabajar y a ahorrar para ir a la próxima Jornada de la Juventud en Río de Janeiro,  y que animarán a todas sus compañeras para que no se lo pierdan. “Nosotras vivimos en una zona donde hay pocos católicos, hay muchas sectas, distintas iglesias protestantes, evangelistas, etc, pero sobre todo hay falta de fe, gente desilusionada y desesperanzada que no creen en nada. A mí me gustaría llevarme de estos días la fuerza para ser verdadero testigo de Jesucristo, de la alegría y de la paz que proporciona seguir sus pasos".

Dos años de trabajo para venir a Madrid

De Kenia han venido a la JMJ de Madrid más de 100 universitarias de la Universidad de Strathmore, después de trabajar durante dos años para costearse el viaje. “Hemos lavados coches, dado clases, trabajado de dependientas, y muchas otras cosas y por la noche en nuestras casas confeccionábamos bolsos de paja trenzada o de ganchillo que vendíamos luego en los mercados”.

La mayoría son de  la Facultad de Económicas y ya se les nota su espíritu emprendedor. Otras como Eva Maina, con 18 años, están a punto de entrar en la Universidad. “En septiembre empezaré la carrera de Derecho”. Pero Eva ya es una buena pianista y así se ha ganado el viaje, “dando clase de música en un colegio y clases particulares de piano en mi casa”.

Eva casi no puede hablar porque se ha quedado afónica: “Lo que más me ha impresionado de estos días es el haber visto a tanta gente tan feliz. Me he dado cuenta de que mi fe es una realidad para millones de personas jóvenes de todo el mundo, como lo es para mí y para gente tan diversa como la de Kazajastan, Líbano o Japón. Hemos cantado tanto que nos hemos quedado sin voz”.

Lo que ha venido buscando en esta JMJ es fortaleza para mantener sus valores y sus creencias. Dentro de pocos meses empezará a estudiar en una universidad pública, en un ambiente totalmente diferente al que tenía hasta ahora en su casa y en el colegio. "He visto que algunos estudiantes al llegar a la universidad se dejan llevar por la corriente, por la moda o tienen vergüenza de mostrarse cómo católicos. Por eso le pido a Dios que me haga firme en la fe y me haga descubrir mi auténtica vocación cristiana”.

Roselyne Warau Mwangi acaba de terminar su carrera de Económicas y Comercio y ha empezado a trabajar como profesora ayudante den la Universidad de Strathmore. Ella nos comenta que los dos años que han empleado en preparar estas jornadas en la Universidad han sido muy importantes. “Muchos de los jóvenes que han venido de Kenia se han preparado como voluntarios. Nosotros hemos tratado de formarles, no solo para que sean voluntarios en esta ocasión o trabajen en los programas de solidaridad que promueve la universidad, sino para que siempre tengan un espíritu voluntario que los haga sensibles a las necesidades de los demás. Ahora por ejemplo estamos recaudando fondos para ayudar al norte de Kenia y a Somalia”.