San Josemaría escribió en este sentido en el nº 1102 del Cuaderno VII de sus Apuntes íntimos el día 5-I-1934 [1]: «Cuando veáis una pobre Cruz de palo, sola, despreciable y sin valor... y sin Crucifijo, no olvidéis que es vuestra Cruz, la de cada día, la escondida, sin brillo y sin consuelo..., que está esperando el Crucifijo que le falta: y ese Crucifijo has de ser tú».
Casi dos años después, el 3 de octubre de 1935, escribía en sus Apuntes: «Ya en Ferraz, cuando no había ni una silla en el oratorio, ni podíamos soñar con que Jesús hiciera allí su Betania, me apresuré a hacer que se pusiera en la pared del oratorio (!) nuestra Cruz de palo. Y es que esa Cruz simboliza la vida del apóstol de Cristo, con un vigor y una verdad, que encantan» [2].
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(1) Camino, 178.
(2)Apuntes íntimos, nº 1285s, 3-X-1935.