Visitas a enfermos en la primavera y verano de 1928

San Josemaría entre los enfermos de Madrid (1927-1931)

Como ya hemos adelantado, desde la primavera de este curso escolar, las religiosas se dedicaron prioritariamente a las labores que atendían dentro del patronato y a las escuelas de la Obra de la Preservación de la Fe. ¿Llevó consigo esta orientación una disminución de las visitas domiciliarias?

Luz Rodríguez-Casanova quería que se prestara una atención preferente a las Primeras Comuniones48. Y también consta que por entonces se empezó a recabar la ayuda de don Josemaría en diversas necesidades del patronato distintas de las propias de la capellanía, como dan a conocer las notas 53, 54 y 5549: dar charlas en la Obra de Matrimonios en ausencia de Luz Rodríguez-Casanova, que era quien habitualmente las daba, o buscar sacerdotes que fueran a confesar en domingo a niños que hacían la Primera Comunión en la iglesia del patronato.

Se da la circunstancia de que algunos párrocos madrileños no veían con buenos ojos una nueva costumbre que cada vez se extendía más. Les preocupaba que algunos clérigos decidieran por su cuenta y sin pedir previamente autorización al obispado en cada caso, si era más conveniente llevar en privado que públicamente la Comunión a los enfermos de sus parroquias. Dos decretos de la Sagrada Congregación de Disciplina de los Sacramentos sobre la comunión llevada en privado a los enfermos, fechados el 5 de enero de 1928, parecían justificar la oposición de los párrocos a este modo de proceder. Sin embargo, algunos teólogos y canonistas, con el apoyo de varias revistas religiosas de España, defendieron la nueva costumbre. Esta polémica se mantendría en Madrid hasta que su obispo, dos años después, en diciembre de 1930, aceptando que en algunas ocasiones era conveniente administrar privadamente la Comunión a los enfermos, delegó en los párrocos la decisión ad casum .

Desde el comienzo de las actividades del Patronato de Enfermos la praxis seguida en esta cuestión por las damas apostólicas, sin duda con conocimiento del obispo de Madrid, era llevar la comunión en privado a quienes lo solicitaban a través de las visitadoras. Pero a la vista de la resistencia que venían encontrando en los párrocos y, sobre todo, a partir de la publicación de los nuevos decretos en el Boletín Oficial de la Diócesis de Madrid el 2 de abril de 192850, Luz Rodríguez-Casanova debió pensar, de acuerdo con el capellán, que convenía orientar de otra manera esta actividad y, sin abandonarla, moderarla de alguna forma. ¿Se produjo efectivamente un giro en el modo y manera de organizar esta labor?

Ciertamente a partir del Domingo de Pascua, que este año de 1928 se celebró el 8 de abril, la investigación que llevamos a cabo se encuentra dificultada al desaparecer casi por completo la documentación relativa a los recados recibidos por don Josemaría para hacer visitas a enfermos. Efectivamente, sólo se conservan dos avisos con fecha exacta, correspondientes ya al verano: el documento 59, de 24 de junio y el 61, de 24 de julio.

Los libros publicados sobre las damas apostólicas en que se da cuenta de sus actividades durante el primer año de noviciado de las primeras religiosas, sólo permiten conjeturar que quizá se produjo una notable disminución de visitas domiciliarias a enfermos pero no su desaparición. Efectivamente, nuestra propia documentación –como demuestran los dos avisos correspondientes al verano y los documentos que citaremos más abajo al estudiar los años siguientes– deja firme que, aunque quizá en menor número, el capellán siguió atendiendo visitas a enfermos a petición de las religiosas y que éstas le siguieron enviando sus recados de la misma manera que hasta entonces. Siendo esto así, ¿a qué se debió esta drástica reducción archivística de escritos recibidos?

Diversas razones pudieron llevar a don Josemaría a dejar de archivar este tipo de documentos. En nuestra opinión, teniendo en cuenta que a mediados de abril de 1928 se cumplía el primer año de la estancia de don Josemaría en Madrid, esta reducción se debió principalmente a que entendió que carecía de sentido seguir conservándolos en adelante. Las notas guardadas durante el primer año eran suficientemente expresivas como para acreditar, si fuera preciso hacerlo, que desde su llegada a la Corte por razones de estudio, además de ejercer su ministerio en la Capellanía del Patronato, había desarrollado una intensa actividad pastoral con enfermos. Fuera como fuese, lo cierto es que a partir de estas fechas el capellán rara vez archivó avisos para visitar enfermos.

Sin embargo, siguió considerando prudente conservar aquellas otras notas en que las religiosas le encomendaban gestiones diversas, al margen de sus deberes de capellán.

Posiblemente a finales del verano las novicias pasaran unos días en Villa Valvanera, como el año anterior, quedando paralizadas en septiembre las labores del patronato. El capellán permaneció con su familia en la calle Fernando el Católico, n. 46. Iba percibiendo de forma cada vez más esclarecedora su propia vocación. Como dirá él mismo años después: “Entreveía una nueva fundación –aunque yo antes del 2 de octubre de 1928 no sabía qué era–, que aparentemente no tendría un fin muy determinado”51.

El domingo día 30 de septiembre decidió retirase para hacer ejercicios espirituales en la casa central de los Paúles. Concluyeron el 6 de octubre. Y allí, meditando el contenido de las anotaciones que había ido tomando sobre las luces e inspiraciones recibidas últimamente, el martes día 2, comprendió cual era el sentido de aquello que barruntaba desde hacía diez años: el Opus Dei. Sin embargo, después de percibir estas luces fundacionales, movido don Josemaría por profundas razones sobrenaturales, no cejó en su empeño por seguir visitando enfermos. Esta labor, que había constituido desde su llegada a Madrid una opción preferencial de su corazón de sacerdote, no podía de ninguna manera ser abandonada y menos ahora, cuando era consciente de que Dios lo había tomado como instrumento para poner en marcha e implantar en la misma entraña de la Iglesia una nueva tarea pastoral. Se sentía como un instrumento inepto, incapaz de conseguirlo con los medios de que disponía. Pero como había descubierto hacía tiempo que Jesús estaba clavado en el lecho de cada moribundo, entendía que la oración y el dolor de sus enfermos sería la fuerza humana con que podría contar y con la que debería contar siempre la Obra que comenzaba52.

Julio González-Simancas y Lacasa