5. Testimonios de algunos primeros miembros del Opus Dei

Capítulo del dossier informativo "Libertad política de los fieles del Opus Dei durante el régimen de Franco".

Testimonio de Pedro Casciaro en “Soñad y os quedareis cortos” (Rialp).

Durante aquellos meses fui testigo de su gran amor a la libertad y la responsabilidad personal, que le llevaría a no proponer nunca, a lo largo de su vida, a los miembros de la Obra ninguna directriz u opción determinada en el campo económico, político o cultural. Años más tarde precisó contundentemente este modo de actuar de los miembros del Opus Dei: Cada uno -recalcaba con fuerza- tiene plena libertad para pensar y de obrar como le parezca mejor en este terreno. En todo lo temporal los miembros de la Obra son libérrimos: caben en el Opus Dei personas de todas las tendencias políticas, culturales, sociales y económicas que la conciencia cristiana puede admitir .

Dio las indicaciones oportunas para que los directores de la Obra no pudieran imponer nunca un criterio político o siquiera profesional a los demás miembros. Y explicó que, si algún miembro de la Obra intentara hacerlo, o servirse de otros miembros para fines humanos, saldría expulsado sin miramientos, porque los demás se rebelarían legítimamente .

En sus conversaciones se manifestaba siempre celoso defensor de la libertad de las conciencias, que no es lo mismo -aclaraba- que la libertad de conciencia ; y celoso defensor también de la dignidad de la persona humana, respetando siempre las opiniones de los demás; aunque jamás se inhibió a la hora de manifestar de su propia fe, una fe gorda -decía-, que se puede cortar .

Su apertura de mente -muy singular en aquel tiempo- no se quedaba sólo en palabras. En aquella época había cierta confusión político-religiosa por parte de algunos: una confusión que podía advertir cualquier persona no fanatizada. Por eso, el Padre sufría cada vez que la radio o la prensa informaba de actos o ceremonias oficiales que podían ser interpretadas como una instrumentalización de la religión para fines políticos.

Recuerdo una anécdota expresiva de aquel periodo que puede situar al lector: algunas autoridades franquistas habían organizado una ceremonia solemne en el Monasterio de las Huelgas. Lo habían preparado todo, pero se habían olvidado de un pequeño "detalle": pedir permiso al Arzobispo, don Manuel de Castro, de quien dependía aquel recinto. Cuando se lo pidieron, tardíamente, el Arzobispo se negó diciendo que él "era el amo de la burra" y que aquel día el Monasterio estaba cerrado. Tuvieron que mediar varias personas para que accediera en el último momento.

Trató el Padre también durante aquel tiempo a muchos que no eran católicos -o al menos, que no practicaban- o que no estaban bien vistos en el ambiente político imperante. Intervino más tarde para mitigar alguna que otra injusticia, independientemente de la filiación política del interesado. Por ejemplo, era frecuente que algunos exiliados, cuando volvían a España, se encontrasen con un vacío, o al menos, con cierto ambiente de recelo. Recuerdo perfectamente que algún tiempo después y siguiendo una sugerencia del Padre, hice unas gestiones para que Gregorio Marañón dictara una conferencia en la Residencia de la Moncloa, obra corporativa del Opus Dei. Al terminar su conferencia, Marañón me comentó en privado -luego lo hizo en público- que aquélla era su primera conferencia pública después de haber sido desposeído de su cátedra en la Universidad Central.