Calle de Bravo Murillo

Recorrido histórico de los lugares fundamentales relacionados con la fundación del Opus Dei.

En esta misma calle Bravo Murillo, en el nº 179, cerca de la estación de Metro de Estrecho, comenzó el 15 de agosto de 1951 el centro de Bravo Murillo, al que acudían trabajadores de las más diversas profesiones y oficios, para recibir formación humana y cristiana: administrativos, pintores, albañiles, fontaneros, etc.

Los Agregados del Opus Dei. Centro del Opus Dei de la Calle Bravo Murillo

En su libro de recuerdos, el entrenador nacional de Atletismo Lázaro Linares habla de este centro, una de las numerosas iniciativas apostólicas alentadas por san Josemaría en Madrid, que fue el germen de numerosas obras apostólicas de carácter similar, esparcidas por los cinco continentes.

Seguimos viéndonos y charlando, hasta que en una ocasión, Juan Francisco Campillos, que así se llamaba, me invitó a ir a un lugar que estaba en la calle Bravo Murillo, número 179, cerca de la estación de Metro de Estrecho. Me explicó que era un Centro del Opus Dei donde se desarrollaba una labor apostólica entre muchachos de nuestra edad.

Comencé a ir por ese Centro. Era el tercer piso de una casa un poco destartalada, como casi todas las del barrio. No tenía calefacción ni agua caliente. Cuatro habitaciones, cocina, cuarto de baño y un pequeño trastero, al final de un largo pasillo en forma de ele.

Me contaron que ese día, cuando don Amadeo de Fuenmayor, entonces Consiliario del Opus Dei en España, fue a bendecir la casa, sólo había un par de sillas viejas y una mesita auxiliar de máquina de escribir..., pero sin la máquina. En los meses siguientes, con el esfuerzo de todos los que iban por allí, se fue amueblando la casa; y así la encontré yo.

Apenas se entraba, había una habitación a la derecha con un armario a un lado y dos camas plegables al otro. Tenía una ventana que daba al patio de atrás y dos sillones pequeños, una mesita rinconera y un par de cuadros.

Al otro lado de la casa, el salón, que era más amplio. Había una lámpara de pie, además de la del techo, y varios cuadros; uno de ellos representaba una forja. Lo que más me llamó la atención fue un gramófono o gramola, de esos de trompeta de la Voz de su Amo, que estaba todavía en uso, y al que se le daba cuerda con una manivela. El ambiente era acogedor, aunque saltaba a la vista que los muebles eran de muy poco valor.

La última habitación hacía de comedor y de sala de estudio, con una mesa en el centro y seis u ocho sillas. Era más pequeña que el salón y tenía, como éste, una ventana que daba a la calle de Bravo Murillo.

Allí conocí a mucha gente: Paco Navarro, Rafael Poveda Longo, Paco Uceda, Juan Soria, Pepe Guallart, Guillermo García Somozas, Santi García, Bernardino Cuesta, Juan Marco, Antonio Mamblona, Pepe Navas y algunos más. El director se llamaba Juan María Dexeus, un arquitecto de 27 años .

Se organizaban charlas de formación humana y cristiana, excursiones y partidos de fútbol en un campo del barrio de Tetuán. Era un club cultural y deportivo, aunque quedaba bien claro que era algo más que eso. Guardo un recuerdo entrañable de aquellos ratos de tertulia y aquellas meriendas. Algunas veces cantábamos o veíamos "la" película, porque casi siempre era la misma: La calle de la paz, de Charles Chaplin, propiedad, como la vieja máquina de 8 milímetros, de Rafa Poveda. Aquella película era interminable, porque cada vez que se rompía el celuloide, nos eternizábamos pegándolo con acetona.

Pero había algo más que un ambiente simpático y agradable. Enseguida noté que se respiraba un aire de familia muy especial en toda la casa y que aquello me atraía de modo particular.