Calle Serrano

Recorrido histórico de los lugares fundamentales relacionados con la fundación del Opus Dei.

Más adelante, en el nº 39 de esta calle Serrano, en el pequeño edificio que hay al fondo del callejón, encontró refugio el Fundador del Opus Dei junto con Álvaro del Portillo desde finales de septiembre al 1 de octubre de 1936, cuando se cumplía el octavo aniversario de la fundación de la Obra.

Cuenta Vázquez de Prada que en ese escondite vecino a la calle de Serrano estuvo refugiado san Josemaría un tiempo durante la guerra civil: "La casa estaba en un callejón pegado a unas dependencias de la Dirección General de Seguridad. El dueño había puesto en un balcón un papel con la bandera argentina, por lo que pudiese valer". Llevaba tres semanas en el chalet, en compañía de Álvaro del Portillo, del hermano de éste, Pepe; y de Juan Jiménez Vargas cuando llegaron al 1 de octubre, víspera del octavo aniversario de la fundación de la Obra.

"Esperaba el Padre -escribe Vázquez de Prada- un favor del Cielo, una de esas “dedadas de miel” con que Dios solía endulzar su afán apostólico, enviándole alguna nueva vocación. Esta vez soñaba con gran ilusión cuál sería la sorpresa que el Señor les tenía preparada: Álvaro, hijo mío, mañana es 2 de octubre; ¿qué caricia nos tendrá reservada el Señor?.

En la actualidad

Muy pronto lo supo. Esa misma mañana llegó Ramón, otro hermano de Álvaro, con noticias alarmantes. Peligraban todos. Los milicianos podían presentarse allí de un momento a otro. Ya habían registrado el domicilio de los propietarios del chalet donde se encontraban y asesinado a seis personas de esa familia, entre ellos un sacerdote. Ahora venían rastreando los domicilios de parientes y conocidos.

Era preciso abandonar ese refugio. La bandera argentina no era impedimento que frenase a los milicianos. Antes de partir, el Padre les dio la absolución y sintió henchírsele de gozo el alma al pensar en el martirio. Al mismo tiempo tuvo la sensación de que se le desvanecían los ánimos, de que el cuerpo se desmadejaba y, con la flojera, las piernas le temblaban de miedo.

El regalo esperado del Señor fue el envío de luces para que el sacerdote comprendiera, de manera tangible, que toda su fortaleza era prestada. La gracia que esperaba para el 2 de octubre se le concedía la víspera.

Pronto se repuso y comenzaron a buscar otro escondite. El Padre llamó por teléfono a José María González Barredo y quedaron en verse en el paseo de la Castellana, una arteria principal que corta Madrid de norte a sur, no lejos del chalet. Según habían convenido, salió a la calle y, después de un cierto tiempo, regresó al chalet. Venía tan acongojado que, ya en el umbral de la puerta, rompió en sollozos:

— Pero, Padre, ¿por qué llora? —le preguntó Álvaro.

San Pedro Poveda

En el rato que permaneció fuera de casa se había tropezado con una persona que le informó del asesinato de don Lino Vea-Murguía, aquel sacerdote que visitaba con él los hospitales y atendía a las mujeres de la Obra". Don Lino fue prendido en su casa al terminar de decir misa y fusilado horas después, era el 16 de agosto, en el cementerio del Este.

También le dieron pormenores del martirio de don Pedro Poveda, (en la fotografía) gran amigo suyo, cuya muerte ya conocía.

San Pedro Poveda fue detenido el 27 de julio y asesinado en la madrugada del 28.