Don Álvaro y la fe de una familia

El 23 de marzo se cumple un nuevo aniversario de la partida al Cielo de Monseñor Álvaro del Portillo. Para recordarlo, publicamos la historia de Mateo, un favor concedido por su intercesión a una familia chilena que está convencida del poder de la fe y de la oración.

Jesús Brosel y María Cristina con Mateo.

Esa tarde de noviembre de 2008, los Johnson Undurraga, como todos los domingos, se habían juntado con sus niños en la casa de sus padres, Hernán y María Cristina, en Huechuraba, cerca de Santiago. Después de alimentar a Lucas, su hijo menor, María Cristina Johnson, Maqui, fue a darle un vistazo al pequeño Mateo, de un año y ocho meses, que había dejado durmiendo la siesta. Al no encontrarlo, pensó que se había ido a ver las gallinas, su sitio preferido. Pero no. Recorrió toda la propiedad y al final llegó hasta la piscina, bastante retirada de la casa, “por si acaso”. Pensaba que el niño, tan pequeño, no se aventuraría solo hasta allí. No había nadie. De repente, volvió sobre sus pasos y vio, flotando, una mancha naranja, igual a la camisa de Mateo. Como loca, comenzó a gritar, sacó al niño del agua y le rogó a su papá, que había corrido a su encuentro: “¡sálvalo!”.

“Nunca en mi vida había hecho respiración artificial –recuerda Hernán Johnson– pero me puse a insuflar aire por la boca de Mateo y a rezar con todas mis fuerzas a Jesús, a don Álvaro del Portillo y a mi mamá (Inés Llona de Johnson, una de las primeras supernumerarias del Opus Dei en Chile). Como ella conoció mucho a don Álvaro, le pedí que lo ’importunara’ para que le rogara a Jesús que le devolviera la vida a Mateo. Así, seríamos tres los que acudiríamos al corazón misericordioso de Jesús.

Confieso que tengo una debilidad especial por este nieto. Cuando todos los días en la Misa, después de la Comunión, le digo a la Virgen que devuelvo en sus manos a Jesús niño –según una costumbre que aprendimos de nuestra mamá–, me imagino al niño Jesús con la carita de Mateo”.

Hernán Johnson, el abuelo: “Yo estaba absolutamente seguro de que Jesús lo iba a salvar”.

Hernán estuvo en esta tarea por minutos que le parecieron una eternidad, hasta que llegó Jesús Brosel, el papá, que, como buen catalán, ya se había vuelto a su casa en el mismo barrio, para ver un partido del Barcelona . Entre ambos trataron de hacer salir el agua del cuerpo totalmente inerte del niño que, según calcularon, había estado entre 10 y 15 minutos sumergido.

Aunque habían pedido ya una ambulancia, para ganar tiempo, subieron a Mateo en un auto y se dirigieron a Santiago, junto a una pediatra amiga y a una tía, que también se encontraban en la casa.

“Yo no sabía si rezar o desmayarme”

“Mi tía tenía algunas estampas de don Álvaro y dijo recémosle, porque necesitamos un milagro. Yo no sabía si quería rezar o desmayarme para olvidar todo y despertar después como de una pesadilla”, cuenta Maqui, la mamá. “La tía me animaba, diciéndome que estaba segura que mi hijo se iba a salvar. Rezamos nueve veces la oración de la estampa hasta que nos encontramos con la ambulancia que venía bajando por Vespucio. La hicimos parar y trasladamos a Mateo. Al verlo, los paramédicos nos dijeron que el niño ya estaba muerto y que era inútil entubarlo. La pediatra que venía con nosotros convenció al equipo de la ambulancia que le pusieran oxígeno, argumentando que aún se le sentía el pulso débilmente y ‘con los niños todo puede pasar’. Mientras trasladábamos a Mateo, se produjo un enorme taco en Vespucio que mi tía aprovechó para repartir estampas de don Álvaro entre los ocupantes de los autos, los curiosos y hasta los limpiadores de parabrisas, pidiéndoles que rezaran por el niño.”

Como el Hospital Roberto del Río estaba más cerca, lo llevaron allá. Los médicos que lo recibieron no dieron ninguna esperanza: era muy difícil que Mateo sobreviviera y, si lo hacía, las secuelas serían extremadamente severas.

Conocidos y desconocidos empezaron a pedir

“Yo estaba absolutamente seguro de que Jesús lo iba a salvar –dice el abuelo–, y rezaba con una confianza total. Cuando dos de mis hijos llegaron llorando, me enojé con ellos por su falta de fe”.

María Cristina Undurraga, la abuela, cuenta que ella pasó una estampa con reliquia de don Álvaro por todo el cuerpecito inmóvil de Mateo “para que la curación fuera completa y no quedara con secuelas ni en su cerebro ni en sus extremidades”.

Inmediatamente que se supo la noticia, familiares, vecinos, amigos, conocidos y desconocidos empezaron a pedir. Cada día, a las 12, junto con el Angelus, se rezaba una estampa a don Álvaro. Por las tardes, la gente se apretujaba en la pequeña iglesia de Jesús esperanza de los pobres, en Huechuraba, para encomendar a Mateo.

“Mi tía Tere, numeraria del Opus Dei, me trajo los mails llegados de diferentes partes del mundo en que contaban que estaban rezando por mi hijo: Singapur, Israel, Roma, Madrid, Concepción…”, señala Maqui.

“Cuando la gente rezaba, Mateo mejoraba”

“Extraordinariamente, cada vez que la gente se juntaba para rezar, Mateo tenía alguna mejoría,” afirma su padre Jesús Brosel. “La primera fue el mismo domingo, cuando le pincharon un dedito del pie y encogió la pierna. El lunes llegué muy temprano al hospital y comencé a acariciarle la cabecita y a decirle palabras en catalán al oído. Al tomarle la manita, se movió con todo el cuerpo. Los doctores nos dijeron que era un buen signo pero que no nos hiciéramos ilusiones, porque era casi totalmente seguro que el niño tendría que estar en silla de ruedas por el resto de su vida. Pero, poco a poco, fue mejorando. El martes al mediodía le quitaron el respirador artificial y le dejaron una mascarilla. Como a las siete y media de la tarde, cuando estaban en Misa todos, le retiraron el oxígeno, porque ya no lo necesitaba. Por primera vez  dijo papá, mamá y pidió agua y su ‘tete’ . Estas dos reacciones positivas se produjeron en los momentos en que la gente se había juntado a orar ”.

El miércoles, los médicos consideraron que Mateo, fuera de riesgo vital, podía dejar la UTI y recomendaron que lo trasladaran a una clínica privada porque el personal del hospital estaba en paro y la atención en las salas no sería óptima.

En la clínica le hicieron  una resonancia magnética que dio como resultado una lesión profunda en el ganglio basal, que es el que afecta a los enfermos de Parkinson. El niño no se mantenía sentado y tampoco sujetaba la cabeza. Sin embargo, el mismo médico aseguró que no correspondía el resultado de la resonancia con el estado del chico. “De acuerdo al resultado del examen, el niño debería estar completamente postrado”, afirmó. Sin embargo, Mateo cogió en sus manos el encendedor que le alargaba su papá y luego se lo devolvió; reconocía a sus padres y podía hablar.

“No hay explicación médica”

“Esto es un verdadero milagro, aseguró el doctor. No hay explicación médica para lo que estoy viendo”. El jueves comenzó a mantenerse sentado. Le hicieron un nuevo examen y salió “perfecto”.

“Un joven médico de la Universidad de los Andes , amigo de un primo de Maqui, que estaba haciendo su práctica en la clínica, vino a rezar conmigo el Mes de María. El doctor que acababa de tomarle el examen a Mateo se acercó y dijo: vengo también a rezar con ustedes porque lo que estoy viendo no me lo puedo explicar”, cuenta Jesús.

“La neuróloga que lo veía nos dijo que no nos hiciéramos ilusiones, porque Mateo no sería el mismo, habría que enseñarle a caminar y también a hablar. Le preguntamos si Mateo se podría ir caminando a la casa y dijo que eso no iba a pasar . Tal vez podría caminar después de una larga rehabilitación, al cabo de un año o dos. Entonces empezamos a rezar con más fervor para que el milagro fuera completo y Mateo pudiera salir caminando de la clínica”, cuentan Jesús y María Cristina. “Para que se notara que Dios nos estaba escuchando y la recuperación era milagrosa.”

“Ahora el señor Del Portillo me cuida a míI”

“El domingo por la mañana, me desperté en la clínica muy temprano, como a las seis, y empecé a rezar: Señor, Tú me tienes que ayudar. Yo estaba seguro de que mi hijo se iba a recuperar porque nosotros habíamos perdido una hijita y en cierto modo sentíamos que Dios nos había enviado de regalo a Mateo. Saqué al niño de la cuna y lo llevé a la puerta de la habitación. Lo paré en el suelo y le dije: ven hacia mí. Y comenzó a cami…”, recuerda Jesús y no puede continuar por la emoción.

El martes, día en que se cumplía la novena a don Álvaro, al finalizar la Misa de la tarde en la capilla Jesús esperanza de los pobres , de Huechuraba, el Obispo monseñor Infante, que había celebrado todas las Misas por Mateo, anunció: les tengo una sorpresa. Y por la nave central, caminando de la mano de Jesús y Maqui, avanzaba Mateo… totalmente curado.

“La gente se puso a llorar de alegría, de emoción, cuenta la abuela, porque era palpable que el Señor estaba con nosotros y nos había escuchado. Fue algo maravilloso. Lo más lindo es que personas alejadas de la fe se sintieron removidas y la figura de don Álvaro, que muchos desconocían, pasó a ser la de un amigo. A veces, cuando bajamos por Vespucio hacia Huechuraba, uno de los  limpiadores de vidrios, luego de preguntar por Mateo, saca del bolsillo la estampita de don Álvaro y nos dice “ahora el señor del Portillo me está cuidando a mí”.