La llamada de África

“Tiempo de caminar”, libro de Ana Sastre sobre el fundador del Opus Dei.

Durante los años que median entre 1955 y 1960, el Fundador del Opus Dei cruza varias veces las carreteras de Europa, llevado por la exigencia de su misión.

Está, siempre que puede, allí donde han llegado sus hijas e hijos, para reafirmar su fe. Para dejar, detrás de sus pasos, la estela inconfundible de esperanza y de caridad. Apoyada en este aliento, la Obra se abrirá camino en poco tiempo. Un camino que agranda sus riberas en la medida en que los hombres responden a este mensaje de paz que lleva consigo.

En 1956, y durante los meses de junio y julio, encontramos al Padre en Francia, Alemania y Suiza. 1957 le empuja nuevamente a Suiza, Bélgica, Francia, Holanda, Luxemburgo y Alemania. Desde mayo a septiembre, durante cincuenta y seis días, viajará sin descanso. Al siguiente año, 1958, se acerca de nuevo a España, Inglaterra, Francia, Alemania y Suiza. Los años de 1959 y 1960 anotarán en los meses de mayo a noviembre la presencia del Padre en Inglaterra, España, Francia e Irlanda.

Mientras se consolidan los cimientos de Europa, dos miembros del Opus Dei llegan, en enero de 1958, a las tierras africanas.

Han despegado del aeropuerto de Ciampino, en Roma, a las cuatro de la tarde. Salen en un día traspasado de frío, después de recibir la bendición del Padre. Les ha despedido con un largo abrazo. Ahora sobrevuelan a ocho mil metros de altura la distancia que media entre Italia y Kenya.

Y África, esta tierra prometida que ya entrara por los ojos del Padre en un lejano día de 1945 cuando un desplazamiento por Andalucía le llevó hasta los límites de Algeciras, empieza a extender su paisaje. Volcanes, chozas diseminadas y aldeas, tierras altas y verdes, flores de color agresivo y un sol candente forman el trasfondo de Nairobi. Después de nueve horas de vuelo, el avión aterriza en la capital de Kenya.

Los primeros idiomas que oyen son el inglés y el swahili, pero las personas proceden de las más diversas razas y tribus: africanos kikuyos, masai, luo y kambas; árabes, goeses e indios de todas las castas. Nairobi es un pequeño exponente de la confluencia cultural y racial del Viejo Continente, al que se han calculado unos quinientos cincuenta millones de habitantes.

Los miembros del Opus Dei se asoman por primera vez a este inmenso campo de trabajo humano y divino. Ya desde el hotel escriben al Padre. Necesitan hacerle partícipe de su alegría, del espectáculo formidable que es África. Es la primera carta desde Kenya, pero están convencidos, y así se lo dicen, de que será una entre los millares que habrán de escribir los hijos africanos que el Padre tendrá pronto y que vendrán a la Obra, con la gracia de Dios.

Hay una confluencia de afectos entre África y el Fundador del Opus Dei. El soñaba esta labor desde hacía muchos años. Y de Nairobi llegarán las primeras rosas el día de la muerte de Monseñor Escrivá de Balaguer, en junio de 1975. Amor por amor, es el gesto de Kenya que anticipa su ofrenda a la de cualquier otro país del mundo.

Don Pedro Casciaro acude a Nairobi para iniciar un Centro Universitario. Se entrevista con el delegado Apostólico en África, Monseñor Mojaisky Perreli, quien le habla del problema educacional de Kenya. Los africanos y los numerosos emigrantes asiáticos apenas tienen posibilidades de continuar estudios superiores al acabar la enseñanza secundaria. Se exigen, en el sistema educativo británico, dos años de enseñanza intermedia entre la secundaria y la universitaria. Estos dos años han de cursarse en centros oficialmente reconocidos, que no existen en East África. Los europeos pueden enviar a sus hijos a la metrópoli, pero esta solución resulta prohibitiva, por razones obvias, para la mayoría de los nativos de Kenya. Monseñor Mojaisky ha pensado en el Fundador y ha enviado una larga carta a Roma: le pide que la Obra promueva un Centro que contribuya a resolver el problema: será el futuro Strathmore College .

Los miembros del Opus Dei han ocupado su primera casa el 1 de octubre de 1958. Aquí, don Pedro les da a conocer las premisas establecidas por el Padre para un Centro educativo en Kenya, en el que la Obra asuma la orientación espiritual. Primero: ha de ser interracial. Desde el principio, es preciso desechar la idea de un solo grupo étnico. Porque la Obra ha de intentar que convivan, se traten y se quieran las diversas razas y tribus. En segundo lugar, el College debe estar abierto a los estudiantes no católicos y no cristianos, si esos muchachos cumplen las condiciones de selección que exija el cuerpo académico; en tercer término, hay que aclarar a las autoridades keniatas que no se trata de un colegio misional, sino de un Centro atendido por profesionales seglares, con sus correspondientes grados académicos, y que ejercen libremente su trabajo de docencia. Y, por último, los estudiantes tendrán que pagar una parte de sus gastos, aunque sólo sea una cantidad simbólica, porque los hombres con frecuencia no aprecian ni se toman en serio lo que reciben como limosna, cosa que, además, suele resultar humillante.

En diciembre de 1958 llegarán otros miembros de la Obra para completar el equipo encargado de llevar adelante la creación de Strathmore College . En la agenda de uno de ellos, el Padre ha escrito glosando la frase de San Pablo: Omnia in bonum !(31) ... Todo para bien. Es la convicción del Apóstol que se repite a lo largo de los siglos en la Iglesia.

Tres años más tarde, en marzo de 1961, se habrán concluido las primeras edificaciones de Strathmore College. Nace pequeño, con aulas, laboratorios y oficinas provisionales. Pero, desde el principio, se alza sólido y promete ampliaciones. Se ha construido con piedra de Nairobi entre los árboles y las flores del jardín.

Por este College pasarán alumnos procedentes no sólo de Kenya, sino también de Malawi, Nigeria, Uganda, Tanzania, Sudán... y de países de otros continentes, de Europa, Asia y América. Su confesionalidad será también muy variada: católicos, mahometanos, hindúes, ortodoxos, judíos, protestantes... Más de treinta etnias africanas y asiáticas se han dado cita en las aulas de Strathmore. Este acontecimiento producirá un gran impacto en Nairobi, donde es novedad el carácter interracial del College .

John Biggs Davison, miembro del Parlamento keniata, escribirá:

«Viven juntos, trabajan juntos, hacen deporte juntos. Con Strathmore College el Opus Dei ha dado a Kenya una institución de incalculable valor para un país recientemente independiente, necesitado de hombres de dirección, de técnicos y de integridad... ».

En 1960 llegará la Sección de mujeres de la Obra a Kenya. Las primeras emprenden el camino el 12 de junio. En Roma, el Padre les anuncia una labor inmensa y les afirma que África es una tierra maravillosa. Su tarea allí abarcará la formación integral de alumnas de razas y condiciones diversas, que han de acudir a una Escuela Superior de Secretariado: Kianda College iniciará sus actividades en 1961. Después de grandes dificultades, se construye un edificio de cuatro pisos, situado a seis millas del centro de Nairobi, en la carretera de salida hacia Najuru y Kisumu. Constará de una Residencia para cien muchachas. Desde la terraza se podrá ver a un lado Nairobi; al otro, la silueta del Kilimanjaro.

La historia de Kianda College cuenta el prodigio de una convivencia que comparten por igual la hija del Presidente keniata y la del jardinero del College. Un sistema de becas permite que muchachas de la más apartada tribu y de medios económicos exiguos puedan cursar sus estudios y ocupar un puesto de trabajo del que, muchas veces, va a depender la supervivencia de una familia.

Kíanda significa «valle fecundo». Es un nombre apropiado. Porque, además de la ayuda humana, Kíanda ha logrado poner en muchos corazones africanos la verdad trascendente de Cristo y de su Iglesia. Hoy, un buen número de personas del país participan de una gracia incalculable: han recibido de Dios la vocación al Opus Dei en medio de las ocupaciones profesionales, para ayudar a sus hermanos los hombres.

Años más tarde, el Eminentísimo señor Cardenal Maurice Michael Otunga, Arzobispo de Nairobi y Presidente de la Conferencia Episcopal de Kenya, podrá escribir, refiriéndose a Monseñor Escrivá de Balaguer:

«Su espíritu se hizo más joven a medida que fueron pasando los años; una increíble vitalidad de juventud y de alegría, conseguida no fácilmente, sino a lo largo de su vida de lucha heroica, le llevó a estar cada día más cerca de Dios, a ese Dios -como le gustaba repetir con la Iglesia- "que alegra mi juventud" (Ps XLII).

Fe, amor, trabajo, servicio, alegría y juventud son los tesoros cristianos que la vida de Monseñor José mamaria la Escrivá de Balaguer y la Asociación por él fundada pueden redescubrir para el mundo de nuestros días. Monseñor Escrivá de Balaguer pensaba que el alma joven de África podría responder particularmente a esos ideales. El mismo vislumbró un tiempo, como una nueva Pentecostés, en que generaciones de africanos pudieran ir desde África a llevar la alegría y la juventud de la fe católica a otras partes del mundo. Me gusta pensar que la grandeza de su corazón y su pensamiento gigantesco será, pronto, justificado por la Historia»(32).