En familia

“Tiempo de caminar”, libro de Ana Sastre sobre el fundador del Opus Dei.

Las actividades de Jenner transcurren en un grato ambiente de familia. Doña Dolores y Carmen lo hacen todo posible. Se han hecho cargo del servicio, al que adiestran y dirigen. También se ocupan de las compras y gastos de la Residencia en un momento crucial: es la etapa del hambre, después de que la guerra civil arrasó el país entero; por añadidura, el conflicto mundial empeora la situación europea. Los alimentos son de mala calidad y están severamente racionados. Pero ellas hacen prodigios con su cariño y dedicación: todo estará siempre bien, puntual, agradable.

Doña Dolores permanece habitualmente en el primer piso de Jenner. Su papel, como madre del Fundador, no es fácil. Y sólo su tacto excepcional podrá hacer compatibles el cariño, la discreción y apoyo sin interferencias. Pasa la mayor parte del día trabajando en alguna tarea útil. Y con un corazón que se hace grande a la medida que requiere el crecimiento de la Obra de Dios. Siente por todos un gran cariño, aunque con algunas predilecciones: en particular por Alvaro. También quiere con especial ternura al más joven, y justifica ese cuidado diciendo:

-Está en muy mala edad, tiene poco apetito y no está fuerte.

Es capaz de volcarse en atenciones con alguno que ve más cansado o preocupado. Y con paciencia inalterable se refiere a las distracciones de otro:

-Como va para sabio...(7).

El Padre, hablando en una ocasión de justicia y caridad, hace alusión a la justeza de las madres buenas, que tratan desigualmente a los hijos desiguales. También esto lo habrá aprendido de doña Dolores.

Hay un paralelismo, por su dedicación incondicional, entre su vida y la de aquella gran mujer llamada Margarita Occhiena, madre de don Bosco. Cuando su hijo va a buscarla al pequeño pueblo italiano de 1 Becchi, donde parece haber concluido ya su etapa de trabajo y renuncias, no duda un momento en abandonar su bien merecido descanso y lanzarse a la aventura agotadora que le pide Dios a través de su hijo sacerdote.

En una ocasión, el Fundador del Opus Dei regaló a doña Dolores una vida de San Juan Bosco. Y al llegar al capítulo en que el santo relata la colaboración de su madre, interpela a su hijo Josemaría:

-«¿Qué quieres? ¿Que haga como la madre de don Bosco? ¡Ni hablar! »

Y afectuosamente, el Fundador le contesta:

-«¡Pero si lo estás haciendo ya!»(8).

Muchos recuerdos entrañables de la vida del Padre se han podido conocer y conservar, porque doña Dolores habló de ellos con los primeros de la Obra. Alvaro, Pedro, Paco... bajan frecuentemente al primer piso para ver a la Abuela. Le cuentan cualquier anécdota, la divierten, le piden un favor. Y, sobre todo, le hacen un rato de compañía en las constantes ausencias de don Josemaría.

El Fundador está entregado a las tareas de Dios y se sabe respaldado por la generosidad de su familia, que ha perdido toda independencia, que sólo vive para cooperar a lo que, por Voluntad de Dios, él está realizando.

Durante esta etapa el Padre desarrolla, en verdad, una actividad increíble. Lleva en el corazón las almas, una por una, sin abandonos ni olvidos. El cansancio no le hace perder el recio humor que le caracteriza, aun en las situaciones más difíciles. Y no cesa de urgir a ese Cielo del que depende toda eficacia. Los miembros de la Obra recuerdan momentos irrepetibles, junto al Padre, en este pobre pero digno oratorio de “jenner”, cuando eran testigos de su ejemplo permanente. No resulta extraño que entre los residentes y amigos cunda este viento cristiano, que la vida que se respira en este ambiente desmonte ambiciones personales y lleve a muchos a engrosar el número de los incondicionales de Dios.