Abriendo surco

“Tiempo de caminar”, libro de Ana Sastre sobre el fundador del Opus Dei.

Don Josemaría continúa el apostolado del Opus Dei desde todas las circunstancias que le brinda su ministerio sacerdotal. Reza intensamente; conoce y trata a personas de toda condición y edad, enfermos y sanos, estudiantes y obreros manuales, artistas y empleados, sacerdotes y matrimonios, y lleva a cabo una ingente tarea de dirección espiritual.

Reúne a pequeños grupos de muchachos; habla, a cada uno, de la llamada de Dios a los hombres; de este fuego que ha prendido en su alma y que es, para siempre, Opus Dei. Los chicos le acompañan por los hospitales, en sus correrías por Vallecas, Tetuán, La Ventilla... Los extremos de la gran ciudad. En ocasiones, allí donde presta su servicio a las almas, le facilitan un local para continuar la formación de los que le siguen, o un confesonario para dirigir espiritualmente a las primeras mujeres que se acercan al espíritu del Opus Dei.

Se sabe depositario de una misión divina que ha de llevar a cabo en el breve tiempo de su vida. Necesita completar la arboladura de esta nave que se empieza a llenar de respuestas generosas, de mujeres y hombres que se lanzan -cuando todo parece locura- a la divina aventura que don Josemaría Escrivá de Balaguer les propone en nombre de Dios.

Siempre que le hablan de una persona que puede comprenderle, anota su nombre, graba en la memoria y en el corazón los datos que le relata -generalmente- un miembro de la familia. Y cuando algunos vengan -traídos por la mano de Dios- hasta la Obra, don Josemaría les dirá que son fruto de su oración y de su mortificación, que ha ofrecido por ellos -durante años- los sacrificios de su vida sacerdotal entregada. Porque espera siempre la llegada de aquellos que Dios ha elegido desde el día en que puso el Opus Dei en manos de un joven sacerdote.

Su apostolado es tan amplio que no tarda en ser conocido, y a veces no bien interpretado, en distintos lugares de la geografía española. Cuando estalla la guerra civil, un grupo de hombres pertenecen ya a la Obra. Hay también algunos sacerdotes que dirigen su vida espiritual con don Josemaría Escrivá de Balaguer. Y un grupo -heterogéneo en cuanto a dedicación y condiciónde mujeres, que empiezan a conocer esta espiritualidad laical que entronca con la vida de los primeros cristianos en el mundo.

Algunas de estas vocaciones se perderán antes o durante la dispersión ocasionada por el conflicto bélico. Pero otros perseverarán en esta leal decisión de entrega a Dios en medio del mundo.

El Fundador del Opus Dei pedirá insistentemente al Señor vocaciones para extender la Obra, y animará a otros a rezar. En «Camino», número 804, escribe: «Ayúdame a clamar: ¿Jesús, almas!... ¡Almas de apóstol!: son para ti, para tu gloria. Verás como acaba por escucharnos».