Perenne juventud de la Iglesia

“La herencia de Mons. Escrivá de Balaguer”, escrito por Luis Ignacio Seco.

Es lógico que esta realidad viva, que enlaza directamente con la de los primeros cristianos, haya contado desde su fundación con el apoyo y el aliento de la Jerarquía episcopal y haya recibido, desde 1943, todas las aprobaciones de la Santa Sede, que han culminado en la erección de la Prelatura personal de la Santa Cruz y Opus Dei, el 28 de noviembre de 1982, en los mismos términos que había solicitado su Fundador.

En una carta manuscrita dirigida a Mons. Escrivá de Balaguer, Pablo VI escribía que el Opus Dei «ha surgido, en este tiempo nuestro, como viva expresión de la perenne juventud de la Iglesia, plenamente abierta a las exigencias de un apostolado moderno, cada vez más activo, capilar y organizado». Y añadía: «Colocados por la voluntad del Señor al timón de la nave de Pedro, desde la que escrutamos con vigilante solicitud los signos anticipadores de los tiempos, el ansia de las almas que esperan la llegada de los operarios del Señor, las necesidades antiguas y siempre renovadas que entraña la difusión del Evangelio de Cristo, consideramos con paterna satisfacción cuanto el Opus Dei ha realizado y realiza por el Reino de Dios, el deseo de hacer el bien, que lo distingue; el celo ardiente por las almas, que lo empuja hacia los arduos y difíciles caminos del apostolado de presencia y testimonio en todos los sectores de la vida contemporánea».

Juan Pablo II, en la homilía de la Misa que celebró en Castelgandolfo el 19 de agosto de 1979, se dirigía –según recoge L'Osservatore Romano– en los siguientes términos a un grupo de profesores y estudiantes universitarios del Opus Dei: «Vuestra institución tiene como finalidad la santificación de la vida permaneciendo en el mundo, en el propio puesto de trabajo y de profesión: vivir el Evangelio en el mundo, viviendo ciertamente inmersos en el mundo, pero para transformarlo y redimirlo con el propio amor a Cristo. Realmente es un gran ideal el vuestro, que desde los comienzos se ha anticipado a la teología del laicado, que caracterizó después a la Iglesia del Concilio y del postconcilio.

»Tal es el mensaje y la espiritualidad del Opus Dei: vivir unidos a Dios en medio del mundo, en cualquier situación, cada uno luchando para ser mejor con la ayuda de la gracia, y dando a conocer a Jesucristo con el testimonio de la propia vida.

»¿Hay algo más bello y más apasionante que este ideal? Vosotros, insertos y mezclados en esta humanidad alegre y dolorosa, queréis amarla, iluminarla, salvarla: ¡benditos seáis y siempre animosos en este vuestro intento! »,