Oposición en la Universidad

"La fundación del Opus Dei". Libro escrito por John F. Coverdale, en el que narra la historia del Opus Dei hasta 1943.

A pesar de que el mensaje del Opus Dei se dirige a los hombres y mujeres de toda clase y profesión y de que Escrivá empezó su labor con un amplio espectro de gente, pronto decidió que debía centrar su atención por un tiempo en los estudiantes universitarios y los recién licenciados. Intentaba así construir una sólida base de seguidores en los ambientes intelectuales que fueran capaces posteriormente de extender el espíritu del Opus Dei en todos los estratos sociales.

En consecuencia, al principio de la década del 40 todos los miembros de la Obra eran estudiantes y licenciados universitarios. Escrivá animó a algunos de ellos, que destacaban por sus cualidades para la investigación y la docencia, a convertirse en profesores universitarios. Como tales, gozarían de la inmejorable oportunidad de conformar la sociedad, llevando la luz del mensaje de Cristo a toda la cultura.

Para entonces, en España todas las universidades eran estatales y las cátedras se asignaban por oposiciones nacionales abiertas a todos los que reunieran un mínimo de requisitos académicos. Los tribunales eran nombrados por el Ministerio de Educación, que escogía a los profesores miembros en función de sus publicaciones y calificaciones en una serie de pruebas orales y escritas.

Salvo pocos casos, los fieles de la Obra eran todavía tan jóvenes que, en circunstancias normales, deberían pasar bastantes años antes de tener la esperanza de conseguir una cátedra universitaria. Sin embargo, los años inmediatamente posteriores a la Guerra Civil proporcionaron a los jóvenes recién licenciados excepcionales oportunidades. Muchos catedráticos habían marchado al exilio durante la guerra; otros, que permanecieron en España, fueron removidos de sus puestos por el gobierno a causa de sus ideas. De esta forma, quedó vacante un número inusual de plazas en la universidad española. Mucha gente, entre otros algunos del Opus Dei, aprovecharon esta oportunidad para presentarse a las oposiciones.

Esto ocasionó la acusación de que el Opus Dei intentaba tomar la Universidad, con el apoyo de José María Albareda, recientemente nombrado presidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, y del ministro de Educación, Ibáñez Martín. Éste, perteneciente a la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, no era del Opus Dei, aunque tenía amistad con algunos de sus miembros.

En el momento en que empezaron las acusaciones, la única persona del Opus Dei en posesión de una cátedra era Albareda. Durante cinco años, de 1940 a 1945, once personas del Opus Dei consiguieron su plaza, lo cual representaba alrededor del 6% de los nuevos nombramientos y una cifra muchísimo menor en el total de profesores universitarios. Aunque significativa, su presencia difícilmente podría considerarse como una “maniobra de conquista” de la universidad, ya que no actuaban juntos ni recibían indicaciones del Opus Dei sobre cómo debían ejercer su trabajo en las distintas universidades. En contraste, en el mismo periodo, el 30% de las cátedras de Derecho y el 15% en otras facultades fueron ganadas por miembros de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas.

Fray José López Ortiz, catedrático de Historia del Derecho y más tarde ordenado obispo, formó parte de varios tribunales de oposición a comienzos de la década de 1940. En alguna ocasión coincidió que había miembros del Opus Dei entre los que se presentaron. El atribuía las acusaciones contra la Obra y sus miembros a tres factores: la oposición de algunos a la presencia en la Universidad de católicos consecuentes con su fe; la rivalidad entre las diversas escuelas de pensamiento presentes en la Universidad; y la tendencia de algunos perdedores en la oposiciones a atribuir su fracaso a oscuras maquinaciones más que a una insuficiente preparación. Fray José testifica “con toda claridad que ni el Padre, ni la doctrina que surge de la espiritualidad de la Obra, ni la práctica de sus miembros, ofrecen la menor tacha o reproche en este punto” [1] .

[1] Testimonio de José López Ortiz. Ob. cit. p. 235