Valencia

"La fundación del Opus Dei". Libro escrito por John F. Coverdale, en el que narra la historia del Opus Dei hasta 1943.

Encarnación Ortega quedó tan impresionada por “Camino” que asistió al curso de retiro que predicó Escrivá a finales de marzo de 1941 en Alacuás, cerca de su ciudad natal, Valencia. Después de la primera meditación fue a saludar al autor-predicador, que inmediatamente le explicó el Opus Dei y le dijo que necesitaba a unas cuantas mujeres valientes para llevarlo adelante. “Mi susto fue considerable”, recordó. “Perdí el apetito y el sueño y, aunque quería pensar que el retiro terminaría pronto y, tal vez, nunca volvería a encontrarme con nuestro Padre, me martilleaban esos planes divinos que me había dado a conocer” [1] .

La meditación final del retiro trató sobre la Pasión de Cristo. “Todo esto, !todo!, lo ha sufrido por tí”, dijo Escrivá al final de la meditación. “Ten la valentía, al menos, de mirarle de frente y de decirle: eso que me estás pidiendo, !no quiero dártelo!” [2] .

En cuanto terminó la meditación alguien dio a Ortega una palmadita en la espalda y le dijo: “Don Josemaría querría verte”. “En aquel momento”, cuenta Ortega, “tomé la decisión de decir que sí, que estaba dispuesta a ser una de aquellas mujeres que, muy cerca de nuestra Madre Dolorosa, pudieran ayudar al Padre a hacer el Opus Dei en la tierra” [3] .

Cuando ella le habló a Escrivá de su decisión, le señaló los obstáculos que la aguardaban. Sus hijas todavía no tenían un centro donde pudieran vivir juntas, como familia. La gente podría no entender su camino. Debían vivir una pobreza real y dejar no sólo lo que tenían, sino también lo que habían soñado para el futuro. Ortega no se desanimó por este panorama, sino que, a la mañana siguiente, se sintió obligada a decirle a Escrivá que no sabía hacer nada. Escrivá respondió con una pregunta: “¿Sabes obedecer?” [4] .

Durante la estancia de Escrivá en Valencia, Enrica Botella también pidió la admisión en el Opus Dei. Su vocación llevaba meses madurando. Su hermano Paco la había presentado, junto con una prima suya, a Escrivá. En su primer encuentro, Escrivá les había pedido que cosieran manteles y otros ornamentos para el oratorio del centro de Valencia, pero no les habló de la vocación al Opus Dei. “Nos ilusionó con ese encargo”, recuerda Enrica, “comentándonos la delicadeza de amor que suponía tener las cosas del Señor siempre bien cuidadas. Nosotras podíamos contribuir a esto, si cosíamos con cariño, en la presencia de Dios, esos lienzos que estarían tan cerca de Jesús Sacramentado” [5] .

Pocas semanas después, durante un viaje a Valencia, Enrica habló con su hermano sobre el Opus Dei: “¿Por qué me hablas de esto?”, preguntó. Le explicó que las mujeres también podían pertenecer a la Obra y ella respondió que le encantaba ayudar cosiendo, pero que no tenía ningún interés en incorporarse al Opus Dei. Sin embargo, durante las semanas siguientes, siguió pensando en lo que su hermano le había dicho y, cuando Escrivá fue a Valencia para predicar un curso de retiro, ella acudió a verle. “Yo estoy pidiendo tu vocación, hija mia”, le dijo. “Desde aquel instante”, sigue relatando, “me consideré ya de la Obra” [6] . Escrivá le escribió un plan de vida y quedó en verla unos días después.

En su siguiente encuentro, Escrivá habló a Enrica y Ortega del inmenso panorama de actividades apostólicas que emprenderían. Las mujeres del Opus Dei, les dijo, se santificarían y practicarían un apostolado personal de amistad y confidencia con sus amigas y compañeras en todos los ambientes, desde el más prestigioso al más humilde. Algunas serían profesoras universitarias, médicos, periodistas, abogadas y farmacéuticas. Otras, dependientes, enfermeras o empleadas domésticas. Además de sus actividades personales, que son el principal apostolado de todos los miembros de la Obra, las mujeres del Opus Dei colaborarían con otra mucha gente para crear centros educativos y sociales, desde universidades y colegios de segunda enseñanza a dispensarios rurales, escuelas técnicas y residencias.

Aquellas aspiraciones contrastaban vivamente con la realidad del momento en Valencia: ni siquiera tenían un pequeño piso donde realizar ninguna actividad. De momento, además de su apostolado personal con familiares y amigas, Escrivá les pidió que bordaran ornamentos para el oratorio, que dieran clases al personal doméstico de la pequeña residencia de Samaniego y que ayudaran a organizar los menús. Estas humildes tareas -decía- les ayudarían a preparar sus alma para las grandes empresas que les aguardaban. Se explicó leyendo un punto de “Camino”: “No se veían las plantas cubiertas por la nieve. -Y comentó, gozoso, el labriego dueño del campo: ‘ahora crecen para adentro’ -Pensé en ti: en tu forzosa inactividad... -Dime: ¿creces también para adentro?” [7] .

Tan grande era la fe y la confianza con que Escrivá hablaba de su futuro, que Enrica Botella y Ortega apenas notaron el contraste entre aquellos grandes sueños y las pocas, y tradicionalmente femeninas, responsabilidades que les había pedido que asumieran. “Nos marchamos radiantes”, escribe Botella. “Valencia nos parecía pequeña para la carga de ilusiones que llevábamos dentro” [8] . No les importaba no ver todavía nada del apostolado con las mujeres: “Bastaba la seguridad de nuestro Fundador” [9] .

A Ortega nunca se le había dado muy bien coser. En la cárcel de mujeres donde había estado retenida durante la Guerra Civil, prefirió cavar trincheras, cortar árboles y cargar camiones a trabajar en el taller textil. Claramente, sus gustos y ambiciones no casaban con los papeles que se asignaban a la mujer en la España de posguerra. Sin embargo, abrazó con entusiasmo no sólo los objetivos a largo plazo que Escrivá había descrito, sino también las realidades, mucho más prosaicas, de los principios. Escribió a las demás de la Obra: “Estoy dispuesta -si Dios me quiere cosiendo- a pasarme el día sentada en una silla y con la aguja en la mano; mejor que no me apetezca mucho, así tendré algo que poder ofrecer y desde luego, pienso hacerlo con alegría” [10] .

[1] AGP P01 1980 p. 911

[2] Ibid. p. 912

[3] Ibid. p. 912

[4] Ibid. p. 913

[5] AGP P02 1981 p. 1214

[6] Ibid. p. 1215

[7] Josemaría Escrivá de Balaguer. Ob. cit. n. 294

[8] AGP P02 1981 p. 1217

[9] Ibid. p. 1220

[10] AGP P16 III.1999 p. 79-80