El espíritu de la residencia Jenner

"La fundación del Opus Dei". Libro escrito por John F. Coverdale, en el que narra la historia del Opus Dei hasta 1943.

Una parte importante del espíritu del Opus Dei se reflejaba en la conciencia de pertenecer a una familia cristiana, unida no sólo por vínculos sobrenaturales, sino también por lazos de calor humano. La presencia de la madre y hermana de Escrivá y su trabajo para crear un ambiente familiar en la residencia contribuyeron en buena medida a inculcar ese sentido a la gente de la Obra.

Recordando su experiencia en Jenner, los miembros del Opus Dei destacan sobre todo el ambiente de alegría y optimismo que reinaba. Uno de ellos apunta que “el rasgo dominante de aquel período fue la alegría, con sus naturales secuelas de buen humor y optimismo. (…) Es cierto que hubo obstáculos de no pequeña entidad. (…) Pero no hubo dificultad o contradicción -aunque algunas fuesen penosas e increíbles-, que consiguiera turbar la atmósfera de luz, confianza y seguridad en el camino que impregnaba el ambiente de los centros de la Obra y la vida personal de los miembros” [1] .

La residencia también se caracterizaba por su espíritu de libertad. Un chico de Valencia que iba a empezar sus estudios en la Universidad de Madrid solicitó una plaza en la residencia en septiembre de 1940. Su padre, que le acompañaba, contó a Escrivá que buscaba un lugar seguro donde las idas y venidas de su hijo pudieran ser supervisadas. A medida que el padre del joven se explicaba, la cordial sonrisa de Escrivá se tornó en una expresión seria: “Se han confundido ustedes de puerta. En esta residencia no se vigila a nadie. Se procura ayudar a los residentes a ser buenos cristianos y buenos ciudadanos, hombres libres que sepan formar criterio y cargar con la responsabilidad de sus propias acciones. En esta casa se ama mucho la libertad y el que no sea capaz de vivirla y de respetar la de los demás no cabe entre nosotros” [2] .

Como en la residencia DYA antes de la guerra, los miembros de la Obra hablaban a sus compañeros residentes de tomar sus carreras muy en serio y de estudiar diligentemente. Muchos estudiantes que iban por primera vez a Jenner se asombraban del silencio y del ambiente de concentración que había en la sala de estudio. Los que volvían pronto entendían que los residentes no eran simplemente unos buenos estudiantes, sino que estaban animados por el mensaje del Opus Dei; la llamada a santificarse en el cumplimiento de sus deberes profesionales –en su caso, el deber de estudiar- y el deseo de hacer la Voluntad de Dios trabajando lo mejor que podían.

Al mismo tiempo, los miembros de la Obra subrayaban que la excelencia profesional y conseguir buenas notas no era el objetivo de sus vidas, sino un modo de dar gloria a Dios y de acercarle almas. El estudio, decían, es importante, pero a veces debe ceder ante otros deberes más urgentes. Escrivá decía en una carta a sus hijos de Valencia: “El estudio nos es indispensable: es la red. ¿Qué diríamos de un pescador que tuviera miedo de que la red se rompiera, y, sin ir a la mar, se pasara las horas contemplando el instrumento? A Pedro y a Andrés, les llamó Jesús cuando remendaban sus redes. ¡Cuántas veces, en cuestiones de estudio, ante la abundancia de pesca –la labor apostólica- nos habremos de conformar con ‘remiendos’! No temáis, por eso, que dé un bajón vuestro prestigio. Os podría contar hechos bien recientes –hermosísimos- de vuestros hermanos mayores” [3] .

[1] José Orlandis. Ob. cit. p. 153-154

[2] AGP P03 1988 p. 347-348

[3] Ibid. p. 548