Por tren y por carta

"La fundación del Opus Dei". Libro escrito por John F. Coverdale, en el que narra la historia del Opus Dei hasta 1943.

En la época de Burgos, Escrivá no se quedaba sentado esperando a la gente. Viajaba frecuentemente para ver a los miembros de la Obra y a quienes necesitaban especialmente su ayuda. A las pocas semanas de llegar a Burgos recibió la noticia de que Carlos Aresti, un antiguo residente de Ferraz, había sido gravemente herido y estaba en un hospital en Bilbao. Llegó justo a tiempo de ayudarle espiritualmente y permaneció con él hasta que murió.

En abril fue a Córdoba para visitar a un joven miembro de la Obra del que había perdido el contacto desde el comienzo de la guerra. Cuando fue a comprar el billete de vuelta, el empleado de la ventanilla le dijo que sólo quedaban de segunda clase y que era muy improbable que devolvieran alguno de tercera. Escrivá no tenía suficiente dinero: si iba en segunda, sólo podría llegar hasta Salamanca. Volvió a intentarlo más tarde después de haberse encomendado a su Ángel Custodio. El empleado, sorprendido, le dijo que en ese momento estaban disponibles doce de billetes de tercera. Llegó a Burgos al cabo de treinta y seis horas. Pasó dos noches sentado en los bancos de madera del maloliente y concurridísimo vagón de tercera clase, en el que se colaba por las ventanas el humo y el hedor del motor.

El 9 de mayo de 1938 partió al frente de Teruel para visitar a Jiménez Vargas. Aunque había salido de Burgos en el tren de la mañana, no llegó a Zaragoza hasta la medianoche, y todavía le quedaban unos 150 kilómetros para llegar. Necesitó cinco días para llegar a su destino. El viaje de vuelta fue igualmente lento. Hizo varias paradas en el camino para ver a otra gente. Cuando estuvo de regreso en Burgos era 25 de mayo.

Desde Burgos, Escrivá y los miembros de la Obra mantenían correspondencia con mucha gente. En marzo de 1938 volvieron a editar la sencilla hoja informativa “Noticias”, que habían estado mandando a los residentes y amigos de DYA durante el verano anterior a la guerra. Al principio, las imprimieron en León, gracias a la gestión de un sacerdote amigo que disponía de una primitiva máquina. Pero se rompió en octubre de 1938 y, desde entonces, tuvieron que elaborar la hoja informativa haciendo copias a carboncillo en la máquina de escribir.

En la circular se daban noticias sobre dónde estaba y qué hacía cada uno de los que se sabía algo. También, comentarios espirituales y palabras de ánimo. En el número de marzo, por ejemplo, Escrivá apuntaba: “La Revolución no ha interrumpido nuestra labor. Seguimos trabajando –como es natural y como es sobrenatural- con el mismo empeño de siempre. ¡Diez años de trabajo! Dentro del undécimo, que comenzará pronto, Jesús y yo esperamos mucho de vosotros. Ahora mismo en el cuartel, en la trinchera, en el parapeto, en el forzoso descanso del hospital, con vuestra oración y vuestra vida limpia, con vuestras contradicciones y con vuestros éxitos, ¡cuánto podéis influir en el impulso de nuestra Obra! Vivamos una particular comunión de los santos: y cada uno sentirá, a la hora de la lucha interior, lo mismo que a la hora de la pelea con las armas, la alegría y la fuerza de no estar solo” [1] .

En mayo, el mes que la Iglesia dedica a la Virgen María, les recomendaba: “Sale este número de ‘Noticias’ en pleno mes de mayo, mes de María. Cansados estáis de leer y oír contar que nunca los cruzados se lanzaron a la lucha sin encomendarse de un modo especial a la Señora. Tal vez este mes sea singularmente duro para algunos: noches de parapeto, largas caminatas, cansancio... Y en todo caso no faltarán cosas pequeñas: todo esto vamos a ofrecerlo en sustitución ventajosa de aquellas flores que siempre adornaban la imagen de la Santísima Virgen –Spes nostra, Sedes Sapientiae- en nuestro oratorio de Ferraz. ¡Que ella os guarde!” [2] .

Además de enviarles la hoja informativa cada mes, Escrivá, Casciaro y Botella mandaban muchas cartas personales a antiguos residentes y amigos, especialmente a aquellos que se encontraban en situaciones difíciles. En junio de 1938 Escrivá decía a Alejandro de la Sota, que había caído enfermo: “No sé a qué atribuir tu silencio. Pienso que quizá continúas enfermo... y eso no te excusa, porque, sabiendo cuánto y cómo se te quiere, puedes desahogarte con cartas largas y hondas, seguro de que te habrían de entender y sabríamos escribirte con frecuencia otras cartas de la misma extensión e intensidad.

¡Alejandro! Conste, pues, que espero pronto noticias tuyas (...). Si tú no vienes, me basta saber que deseas que vaya a verte, para que me tengas pronto por esa bendita Galicia. Tú tienes la palabra.

Acuérdate de aquella ‘teoría’, que os explicaba en Madrid, y ponla en ‘práctica’: Di muy bajito: ‘Bendito sea el dolor, amado sea el dolor, santificado sea el dolor, ¡glorificado sea el dolor!’” [3] .

En algunas ocasiones, en las cartas a sus hijos, especialmente a aquellos que se habían unido a él hacía más tiempo, Escrivá les abría el corazón y les dejaba ver algo de su vida interior y de oración. En una carta a Jiménez Vargas a comienzos de junio de 1938, por ejemplo, escribía: “Esta mañana, camino de las Huelgas, a donde fui por hacer mi oración, he descubierto un Mediterráneo: la Llaga Santísima de la mano derecha de mi Señor. Y allí me tienes: todo el día entre besos y adoraciones. ¡Verdaderamente que es amable la Santa Humanidad de nuestro Dios! Pídele tú que Él me dé el verdadero amor suyo: así quedarán bien purificadas todas mis otras afecciones. No vale decir: ¡corazón, en la Cruz!: porque, si una herida de Cristo limpia, sana, aquieta, fortalece y enciende y enamora, ¿qué no harán las Cinco abiertas en el madero? ¡Corazón, en la Cruz!: Jesús mío, ¡qué más querría yo! Entiendo que, si continúo por este modo de contemplar (me metió san José, mi Padre y Señor, a quien pedí que me soplara), voy a volverme más chalao que nunca lo estuve. ¡Prueba tú!” [4] .

***

A terminar el verano de 1938, no se veía en el horizonte el final de la guerra. La victoria de los nacionales parecía segura, de no haber una intervención internacional a gran escala a favor de la República. En otoño el grupo de Burgos creció gracias a la llegada de del Portillo y otros miembros de la Obra que habían conseguido escapar de Madrid y cruzar el frente. Su peripecia se cuenta a continuación.

[1] AGP P03 1983 p. 550-551

[2] AGP P03 1984 p. 337

[3] Ibid. p. 332-333

[4] Ibid. p. 335