Continúa la guerra (noviembre de 1937—noviembre de 1938)

"La fundación del Opus Dei". Libro escrito por John F. Coverdale, en el que narra la historia del Opus Dei hasta 1943.

Tras una tregua de unos meses durante la cual ambos bandos reconstruyeron y redistribuyeron sus fuerzas, el 15 de diciembre de 1937 los republicanos lanzaron una nueva ofensiva sobre Teruel. El 16 rodearon la ciudad, que quedó casi enteramente bajo su poder el día de Navidad. El 29 de diciembre, los nacionales comenzaron una contraofensiva, pero sus esfuerzos resultaron inútiles a causa de las temperaturas bajo cero y el metro y medio de nieve que dejó sobre las carreteras una fuerte tormenta. El 8 de enero de 1938 se rindieron los últimos defensores nacionales que quedaban en la ciudad.

A largo plazo, la toma de Teruel no tuvo apenas consecuencias militares, pero sí era una victoria propagandística para la República. Teruel fue la única capital de provincia conquistada por la República durante la guerra: la victoria era bienvenida como antídoto a una larga serie de derrotas. Franco no estaba dispuesto a dejar a Teruel bajo el control de los republicanos y comenzó el asedio de la ciudad. A final de febrero los republicanos tuvieron que retirarse.

Teruel, pues, acabó en una derrota de la República, que tuvo diez mil muertos y catorce mil prisioneros. Quedó demostrado que, aunque el ejército republicano era capaz de sorprender a los nacionales e incluso plantarles cara durante un cierto tiempo, en el combate de desgaste acababa cediendo.

El 9 de marzo de 1938 los nacionales lanzaron una nueva ofensiva en Aragón, en un frente ancho de unos cien kilómetros. A pesar de que Francia y la Unión Soviética incrementaron su ayuda, el ejército republicano no pudo detener el avance enemigo, muy superior en aviación y artillería gracias a Alemania e Italia. El 15 de abril de 1938 el ejército nacional llegó a Vinaroz en el Mediterráneo y cortó en dos la zona republicana: Barcelona y Valencia quedaron aisladas entre sí. Pocos días más tarde la cuña abierta hacia el mar se ensanchó 80 kilómetros. La República parecía estar a punto de hundirse y la guerra casi acabada.

En lugar de girar en dirección norte para tomar Barcelona y cerrar la frontera francesa, Franco giró hacia el sur en dirección a Valencia. Avanzó lentamente por el estrecho espacio dejado entre el mar y la montaña. A finales de julio de 1938, antes de que llegara a Valencia, los republicanos atacaron en el Ebro, al norte de Tortosa. Sorprendentemente, la República había logrado reorganizar sus fuerzas, gracias en buena parte a la ayuda de Francia y la Unión Soviética. El ejército republicano del Ebro ocupó una cabeza de puente de 22 kilómetros de largo por 16 de ancho. Pero, de nuevo, fue incapaz de explotar la ventaja tomada y los nacionales pronto estabilizaron el frente.

Llegados a este punto, muchos republicanos pensaban ya en una paz negociada, pero Franco sólo estaba dispuesto a aceptar la rendición incondicional. Ante esta perspectiva, Negrín y los comunistas entendieron que no había alternativa: lo único que podían hacer era continuar la guerra con la esperanza de que el estallido de una crisis Europea tuviera como consecuencia el cese de la ayuda alemana e italiana a los nacionales y, tal vez, también el apoyo activo a la República por parte de Francia y Gran Bretaña.

Desde un punto de vista estratégico, después de estabilizar el frente en el Ebro, Franco probablemente debería haber lanzado su contraofensiva en el norte de Cataluña, pero razones políticas le llevaban a no permitir que la República le arrebatara territorios que antes hubiera ocupado. Así pues, la contraofensiva nacional en el Ebro comenzó el 3 de septiembre de 1938. El avance de los nacionales fue lento. Hasta el 16 de noviembre no consiguieron reconquistar la zona que habían perdido durante el verano. La batalla del Ebro fue la más dura: la República tuvo 70.000 bajas –30.000 muertos, 20.000 heridos y 20.000 prisioneros- y los nacionales superaron las 30.000.

Tras una tregua de casi un mes, Franco prosiguió su ofensiva en Cataluña. Las defensas republicanas, severamente mermadas por la campaña del Ebro, se hundieron ante el nuevo ataque. El 26 de enero de 1939 las tropas nacionales tomaron Barcelona. El resto del ejército republicano en Cataluña se desplomó. Entre el 5 y el 10 de febrero de 1939, unos 250.000 republicanos cruzaron la frontera de Francia camino del exilio. Lo mismo hicieron Negrín y la mayor parte de su gobierno. El 10 de febrero de 1939 toda Cataluña estaba en manos de los nacionales.