Fusión de Falange con los Carlistas

"La fundación del Opus Dei". Libro escrito por John F. Coverdale, en el que narra la historia del Opus Dei hasta 1943.

En la zona nacional, todos los partidos de izquierda y liberales fueron proscritos desde el principio de la guerra. Así, los dos principales grupos políticos eran los carlistas -fuertes en Navarra- y la Falange. En el ambiente creado por la Guerra Civil, el nacionalismo, el autoritarismo y el tono militarista de la Falange resultaron atractivos para muchos españoles de clase media. Su programa social y económico nacional-sindicalista le hizo ganar algún apoyo entre la clase trabajadora de la España nacional. El partido creció rápidamente durante los primeros meses de la guerra, a pesar de carecer de líderes competentes.

La política, sin embargo, casi no existió en la zona nacional. En los meses que siguieron a su nombramiento como generalísimo y jefe del Estado, Franco se centró en asuntos militares y de política exterior y prestó poca atención a la política doméstica.

Pero con la guerra avanzada, Franco se dio cuenta de que necesitaba una organización política que legitimara su mandato y justificara la guerra. Para esta tarea, contó con su cuñado, Ramón Serrano Súñer, abogado, ex diputado en las Cortes y simpatizante del nacionalsindicalismo de la Falange. En abril de 1937, Franco anunció la fusión entre los carlistas y la Falange en la Falange Española Tradicionalista y de las JONS (FET). La FET sería el partido oficial del Estado y la única organización política permitida en la España nacional. Algunos líderes falangistas intentaron oponerse a la fusión, pero fueron rápidamente sofocados. A los pocos días, el régimen nacional adoptó algunos eslóganes y símbolos falangistas, entre los que se contaba el saludo fascista con el brazo en alto.

El decreto de unificación declaró que el nuevo partido único proporcionaría una base política organizada para el nuevo estado “como en otros países de régimen totalitario”. Cuando Franco se refería a la España nacional como un régimen totalitario, pensaba más en un estado de corte unitaria y autoritaria tradicional que en el control riguroso y total que ejercían los estados soviético o nazi. Los estatutos de la FET, que no se publicaron hasta agosto de 1937, recogieron parte de la política sindicalista de la primera Falange, pero hacían hincapié en el papel de Franco quien, como “Caudillo supremo”, personificaría todos los valores del movimiento nacional.

Gracias a su condición de partido oficial, la FET creció rápidamente: pronto se afiliaba quien aspiraba a progresar en la España de Franco, o quería encubrir un pasado izquierdista o liberal. La mayoría de los nuevos adeptos prestó poca atención a la filosofía oficial del partido. Cuando Franco designó el Consejo Nacional de la FET en octubre de 1937, no más de veinte de sus cincuenta miembros podrían considerarse auténticos falangistas. Trece eran carlistas, cuatro eran monárquicos no carlistas, y siete eran militares. El Consejo Nacional no se reunía a menudo ni tenía autoridad real, pero su composición reflejaba la política que fue habitual en Franco: aprovechar todos los grupos partidarios de su régimen, pero sin permitir que ninguno de ellos consiguiera una posición de dominio.