La Academia-Residencia DYA

"La fundación del Opus Dei". Libro escrito por John F. Coverdale, en el que narra la historia del Opus Dei hasta 1943.

En la década de 1930, la mayoría de los universitarios españoles, también los madrileños, dejaban la capital durante el verano para huir del tremendo calor. Los miembros del Opus Dei, para mantener el contacto con los jóvenes que habían participado en las actividades de DYA, publicaban un boletín durante esa estación. Además escribían numerosas cartas a sus amigos, a las que el Padre solía añadir unas palabras que animaban a los lectores a no descuidar su vida de oración y a hacerle saber cómo les iba.

En agosto el flujo de cartas de DYA aumentó considerablemente. Tras semanas de búsqueda, habían encontrado un lugar adecuado para la academia y residencia, pero debían hacer un depósito de 25.000 pesetas que no tenían. Escrivá envió unas líneas a muchos amigos para pedirles oraciones. A uno le decía que rezara a la Inmaculada durante tres días; a otro le animaba: “Hazte un niño chico delante del Sagrario y di a Jesús esta oración, sencilla, confiada y audaz... y perseverante: ‘Señor, queremos —son para ti— cinco mil duros contantes y sonantes’” [1] . La campaña de oraciones dio su fruto y pudieron hacer el depósito.

En septiembre, ocuparon dos apartamentos en el segundo piso y otro más en el tercero de un edificio situado en el número 50 de la calle Ferraz, cerca del nuevo campus de la Universidad Central. El apartamento del tercer piso sería la sede de la academia, mientras que en los dos del segundo iría la residencia. Zorzano y Vallespín vaciaron sus cuentas corrientes para pagar el depósito y el alquiler del primer mes, pero ¿de dónde iban a encontrar el dinero para las reformas y los muebles necesarios?

Escrivá pidió a su familia para DYA parte de una herencia recibida recientemente. Todavía no les había explicado el Opus Dei. Cuando le preguntaban “¿Para qué estamos en Madrid, donde pasamos tan mala vida?” [2] evitaba la cuestión y cambiaba de tema. No se sabe por qué Escrivá esperó casi seis años para hablar a su familia de lo sucedido el 2 de octubre de 1928 y explicarles el porqué de lo que había estado haciendo desde entonces. En parte, se debe a que durante mucho tiempo todos sus esfuerzos no habían producido fruto visible alguno. Además, siempre fue muy reacio a hablar de esa o de cualquier otra experiencia sobrenatural de su vida. Sean cuales fueren los motivos de su reticencia, Josemaría pensó que había llegado el momento de hablar del Opus Dei a su familia.

El 16 de septiembre de 1934, después de rezar ardientemente por ellos, viajó al norte de España donde se encontraban y les explicó, en términos generales, su labor desde el 2 de octubre de 1928. Luego les pidió que dieran a la residencia parte del dinero que habían heredado. Al mismo tiempo les dijo que pensaba trasladarse lo antes posible a la residencia DYA.

En una carta a los miembros del Opus Dei unos pocos días después, describió la conversación: “Al cuarto de hora de llegar a este pueblo (escribo en Fonz, aunque echaré estas cuartillas, al correo, mañana en Barbastro), hablé a mi madre y a mis hermanos, a grandes rasgos, de la Obra. ¡Cuánto había importunado para este instante, a nuestros amigos del Cielo! Jesús hizo que cayera muy bien. Os diré, a la letra, lo que me contestaron. Mi Madre: ‘bueno, hijo: pero no te pegues ni me hagas mala cara’. Mi hermana: ‘ya me lo imaginaba, y se lo había dicho a mamá’. El pequeño: ‘si tu tienes hijos..., han de tenerme mucho respeto los ‘mochachos’, porque yo soy... ¡su tío!’. Enseguida, los tres, vieron como cosa natural que se empleara en la Obra el dinero suyo. Y esto, —¡gloria a Dios!—, con tanta generosidad que, si tuvieran millones, los darían lo mismo” [3] .

Pero, aun con el dinero de los Escrivá y estirándo su crédito al máximo, no reunieron la cantidad suficiente para amueblar toda la residencia. Por el momento sólo pudieron instalar la habitación “de muestra”, esperando comprar el mobiliario del resto de la casa a medida que los nuevos residentes hicieran sus depósitos. El plan podía haber funcionado de no ser por la tormenta política que sacudió a España en octubre de 1934.

[1] Andrés Vázquez de Prada. Ob. cit. p. 521-522

[2] Ibid. p. 512-514

[3] Ibid. p. 525