Nuevos miembros

"La fundación del Opus Dei". Libro escrito por John F. Coverdale, en el que narra la historia del Opus Dei hasta 1943.

Vargas no se limitó a asistir a los círculos; pronto solicitó pertenecer al Opus Dei. Le siguió Jenaro Lázaro, artista que se ganaba la vida trabajando para los ferrocarriles, a quién Escrivá había conocido a través de los Filipenses. Unas semanas más tarde José María González Barredo también pasó a formar parte del Opus Dei. Escrivá se había fijado en Barredo en 1931 cuando celebraba Misa en la iglesia del Patronato de Enfermos. Le había pedido que rezara por una intención suya. La intención era que Dios concediera a Barredo la vocación a la Obra. Cuando se conocieron, Barredo ya había terminado los estudios de Química y hacía el doctorado en la Universidad. Poco después aceptó un puesto de profesor de ciencias en un colegio de la provincia de Jaén, y Escrivá le perdió la pista.

En febrero de 1933 Barredo regresó a Madrid para trabajar en su tesis doctoral en el Rockefeller Institute. Un día vio a Escrivá por la calle e intentó evitar el encuentro; temía que le pidiera que participara en alguna actividad parroquial o algo no relacionado con su trabajo profesional. Él quería servir a Dios, pero deseaba también seguir con su profesión. Escrivá se acercó a saludarle e insistió en que debían hablar. Cuando se reunieron para charlar, esa misma tarde, Barredo se dio cuenta de que lo que Escrivá le decía sobre el Opus Dei, tal y como lo describía, era lo que él había estado buscando sin saberlo.

El joven químico se sintió fuertemente atraído por el Opus Dei, pero no quería tomar una decisión tan importante para su vida sin aconsejarse convenientemente, así que propuso consultar a un religioso que conocía; Escrivá aceptó de buen grado. Aquel buen sacerdote intentó disuadirle de formar parte de algo que apenas se estaba poniendo en marcha. “Después de todo”, le dijo, “es mejor trabajar en una biblioteca ya instalada que en una que acaba de abrirse”. Barredo ponderó el comentario y le pareció que no era una objeción de peso. Lo esencial era que la Obra fuera lo que Dios quería para él. También desde un punto de vista puramente humano, al organizar “la biblioteca” uno contribuía a la tarea de muchos que llegarían más tarde. Barredo volvió a visitar a Escrivá el 11 de febrero de 1933, fiesta de Nuestra Señora de Lourdes y pidió la admisión al Opus Dei.

En otoño de 1933 llegó otra vocación. Escrivá conoció a Ricardo Fernández Vallespín el 14 de mayo de 1933. Vallespín, brillante estudiante de Arquitectura, daba clases particulares a José Romeo en su casa un día en que Escrivá pasó a visitarle. Aunque aquel primer encuentro fue breve, dejó una profunda impresión en Vallespín, quien escribió en su diario: “hoy he conocido un sacerdote, muy joven, entusiasta y lleno de amor de Dios, que –no se por qué- pienso que va a tener una influencia grande en mi vida” [1] .

Escrivá y Vallespín se volvieron a ver unas pocas semanas después. Dos de los hermanos de Vallespín estaban encarcelados por delitos políticos, así que le llamó la atención el hecho de que Escrivá hablara de “cosas del espíritu” y no de política. Antes de marcharse Escrivá le regaló un libro sobre la Pasión del Señor. En la página en blanco al comienzo del libro, escribió la dedicatoria: “Madrid. 29-V-33. Que busques a Cristo. Que encuentres a Cristo. Que ames a Cristo” [2] . Aquel verano apenas pudieron verse ya que Vallespín estaba muy ocupado con otras cosas.

Hacia el final del verano Vallespín tuvo que guardar cama por un severo ataque de reuma. En cuanto se recuperó habló varias veces con Escrivá. El 4 de octubre Escrivá le explicó el Opus Dei, destacando su origen divino y el hecho de que no era una respuesta a la difícil situación de la Iglesia en España, sino algo llamado a cumplir una misión por todo el mundo y que duraría a través de los siglos. Para desempeñar esta misión, Escrivá insistía en que el Opus Dei necesitaba gente enamorada de Cristo que santificara su trabajo y se clavara en la cruz de Cristo en medio del mundo.

Vallespín era católico practicante, aunque no particularmente piadoso. En ningún momento de su vida había recibido la Sagrada Comunión tres días seguidos. Sin embargo, las palabras de Escrivá le afectaron profundamente. Hasta entonces nunca había pensado en entregarse del todo a Dios, pero ahora, como recordaría años después, se limitó a decir “yo quiero ser de eso” [3] , ya que no recordaba el nombre de “Obra de Dios.” Vargas, Barredo y Vallespín perseveraron en el Opus Dei, y fueron -junto con Zorzano y el propio Escrivá- el núcleo inicial de la Obra en los años siguientes.

[1] AGP P01 1977 p. 731

[2] Ana Sastre. Ob. cit. p. 152

[3] Ibid. p. 155