A través de los montes las aguas pasarán

"La fundación del Opus Dei". Libro escrito por John F. Coverdale, en el que narra la historia del Opus Dei hasta 1943.

Además de llevar la dirección espiritual de estos jóvenes, Escrivá los reunía en pequeños grupos y compartía con ellos sus notas personales sobre santidad y apostolado en el mundo. También hacían planes para aumentar su reducido número y expandir el incipiente apostolado del Opus Dei. No tenían ningún sitio donde reunirse, así que, a menudo, se sentaban en un banco de uno de los principales bulevares de Madrid o en un parque cercano. Escrivá les hacía participar de sus ambiciosos sueños de apostolado mundial, que se prolongaría por los siglos. Esa visión contrastaba crudamente con la realidad: un puñado de chicos y hombres jóvenes sentados en el banco de un parque con un sacerdote que apenas tenía treinta años.

Escrivá, dolorosamente consciente de la desproporción entre lo que había visto el 2 de octubre de 1928 y la realidad de tres años después, se refugió confiadamente en la oración. A mitad de diciembre de 1931 escribió en sus cuadernos personales: “Ayer almorcé en casa de los Guevara. Estando allí, sin hacer oración, me encontré —como otras veces— diciendo: ‘Inter medium montium pertransibunt aquae’ (Ps. 103, 11). Creo que, en estos días, he tenido otras veces en mi boca esas palabras, porque sí, pero no les di importancia. Ayer las dije con tanto relieve, que sentí la coacción de anotarlas: las entendí: son la promesa de que la O. de D. vencerá los obstáculos, pasando las aguas de su Apostolado a través de todos los inconvenientes que han de presentarse” [1] .

No habló de estas experiencias más que con su director espiritual, el padre Sánchez, pero le dieron una gran seguridad, que él comunicaba a su alrededor. Sus explicaciones sobre lo que aguardaba al apostolado de la Obra no eran “una cosa vaga, imprecisa” sino, como recordaba un futuro arzobispo de Valencia que le conoció en 1932, “algo perfectamente real y concreto” [2] . Otro futuro obispo que conoció a Escrivá en 1936 tuvo la misma impresión. Recuerda que le llamó la atención la "idea clara y nítida que tenía de la Obra, no sólo en cuanto era una realidad apostólica que se hacía cada día, sino en cuanto hablaba de ella como algo muy preciso proyectado en el futuro” [3] . Esto se explicaba, aunque sólo en parte, concluía, por el pensamiento e imaginación de Escrivá: “La claridad de la idea no quedaba suficientemente explicada si Josemaría no tenía además una iluminación especial del Señor. Esta precisa definición de las metas y de los medios para alcanzarlas no podían ser imaginaciones suyas. Además, su anticipación a los tiempos no tenía, en ningún momento, el tono pretencioso, exagerado o vanidoso que tiene, con tanta frecuencia, el planificar humano, sino que estaba acompañado de la sencillez, naturalidad y humildad, que le eran propias; también eso me llevaba al convencimiento de que me encontraba ante algo fuera de lo normal. La seguridad con que hablaba del porvenir de la Obra no podía venir de un mero razonamiento suyo, de cosas que se le ocurrían: ahí había algo más, esto era evidente” [4] .

[1] Andrés Vázquez de Prada. Ob. cit. p. 393-394

[2] Testimonio de José María García Lahiguera. UN HOMBRE DE DIOS. TESTIMONIOS SOBRE EL FUNDADOR DEL OPUS DEI. Ediciones Palabra. Madrid 1994. p. 149

[3] Testimonio de José López Ortiz. Ibid. p. 212

[4] Ibid. p. 212