La quema de conventos

"La fundación del Opus Dei". Libro escrito por John F. Coverdale, en el que narra la historia del Opus Dei hasta 1943.

El gobierno provisional puso poco interés en frenar las manifestaciones de anticlericalismo. El 10 de mayo de 1931 la interpretación de un himno monárquico en un club de Madrid provocó una violenta respuesta por parte de un grupo de partidarios de la república. Este conflicto degeneró y se convirtió en tres días de violencia desatada contra iglesias, monasterios y conventos. Los asaltos se extendieron de Madrid a Sevilla, Málaga y otras cuatro ciudades.

Cuando el 11 de mayo de 1931 las masas desataron su violencia anticlerical, Escrivá temió que la iglesia del Patronato de Enfermos pudiera ser saqueada y profanada la Eucaristía. Vestido con ropas seglares prestadas y acompañado por su joven hermano se escabuyó por una puerta lateral de la iglesia “como un ladrón”, llevando un copón lleno de hostias consagradas envuelto en una sotana y el periódico. Mientras avanzaba rápidamente por las calles, rezaba con lágrimas en los ojos “Jesús, que cada incendio sacrílego aumente mi incendio de Amor y Reparación” [1] . Después de depositar el Santísimo Sacramento en la cercana casa de un amigo, Escrivá observó con horror el humo que cubría el cielo de Madrid a medida que ardían iglesias y conventos.

El 13 de mayo oyó rumores de que pronto atacarían el Patronato de Enfermos. Rápidamente localizó unas habitaciones que se alquilaban en la calle Viriato y trasladó allí a su familia con sus escasas pertenencias. Durante los meses siguientes tuvieron que apañarse en un diminuto apartamento cuya única ventana daba a un pozo de ventilación. La habitación de Escrivá era tan pequeña que no cabía una silla y tenía que escribir de rodillas, utilizando la cama por pupitre.

El gobierno provisional republicano no provocó la quema de conventos, pero muchos de sus miembros simpatizaban con los alborotadores. Manuel Azaña, de Izquierda Republicana, que se convertiría rápidamente en el político más influyente del país, dijo a sus colegas que todos los conventos de Madrid no valían la vida de un solo republicano. Además, amenazó con dimitir si una sola persona era herida en Madrid por esta estupidez [2] . Durante varios días el gobierno no hizo nada por controlar los tumultos.

En cuanto el gobierno se decidió a intervenir, la violencia cesó rápidamente; para entonces el daño ya había sido hecho. Habían ardido cerca de cien iglesias y conventos, cuarenta y uno en Málaga. La pasividad del gobierno durante los primeros días de los incidentes convenció a católicos de todo el país de que el nuevo régimen era enemigo implacable de la Iglesia. La reticencia de Azaña a utilizar la fuerza contra los alborotadores anticlericales le costaría cara a la república y al país.

[1] Andrés Vázquez de Prada. Ob. cit. p. 359

[2] cfr. Stanely G. Payne. SPAIN’S FIRST DEMOCRACY: THE SECOND REPUBLIC, 1931-1936. Madison, Wis. 1993, p. 45