La Academia Cicuéndez

"La fundación del Opus Dei". Libro escrito por John F. Coverdale, en el que narra la historia del Opus Dei hasta 1943.

Las actividades del Patronato de Enfermos permitían a Escrivá ejercer su ministerio sacerdotal y llevar a las almas a Cristo. Sin embargo, lo que ganaba no bastaba para mantener materialmente a su familia. Para llegar a fin de mes, Escrivá dió clases particulares a un buen número de estudiantes. También encontró un puesto de profesor en la Academia Cicuéndez, una institución privada como el Instituto Amado donde había enseñado en Zaragoza. Allí acudían bastantes estudiantes de Derecho que no podían asistir regularmente a clases en la universidad y que se habían matriculado como “no oficiales”. Escrivá se encargó del Derecho Canónico y el Romano.

Un día, otro profesor contó a algunos estudiantes que Escrivá trabajaba en el Patronato de Enfermos. El rumor se extendió rápidamente entre los alumnos, que apenas podían creer que su culto y refinado profesor, cuya sotana siempre estaba impoluta y bien planchada, pasaba horas y horas en los charcos, el barro y las calles sin asfaltar de las zonas más pobres de Madrid. Los estudiantes hicieron apuestas sobre la veracidad del asunto, y varias veces, después de clase, siguieron a su profesor hasta barrios de la ciudad que nunca hubieran soñado pisar.

No contento con enseñarles Derecho, Escrivá procuraba hacerse amigo de sus alumnos. Su cálido y extravertido carácter y el interés por cada uno hicieron que se ganara su afecto. A menudo algunos estudiantes le acompañaban en su camino de vuelta a casa. La conversación pasaba de las materias tratadas en clase a sucesos de actualidad, asuntos de familia y preocupaciones personales. Como lo haría durante toda su vida, Escrivá introducía en la conversación referencias a Cristo, a la Santísima Virgen y a las virtudes cristianas. Lo hacía naturalmente, sin sermonear o adoptar un tono pío. Podía pasar fácilmente de la conversación sobre sucesos de actualidad a los temas religiosos, porque su diálogo con Cristo, con su Madre, los ángeles era profundo, personal, real, cotidiano. Como consecuencia del trato con los estudiantes y de su oración por ellos, algunos pidieron a Escrivá que fuera su confesor o director espiritual.

En noviembre de 1927, gracias a sus ingresos provenientes del Patronato de Enfermos, la Academia Cicuéndez y las clases particulares, Escrivá pudó alquilar un pequeño piso para él y su familia en la calle Fernando el Católico. Esta sería la tercera vez en quince años que los Escrivá hicieron las maletas para empezar una nueva vida en una ciudad extraña. Aunque se trataba de una experiencia dolorosa para los suyos, Escrivá no tenía otra alternativa: no podía permanecer en Zaragoza ni alquilar dos casas, incluso si él o su familia hubieran querido vivir separados.

Escrivá veía las desgracias de su familia como parte del plan de Dios para purificarle, fortalecerle y prepararle para una misión aún desconocida. “Señor”, rogaba, “yo no soy un instrumento apto, pero, para que lo sea, siempre haces sufrir a las personas que más quiero: das un golpe en el clavo y cien en la herradura!” [1] .

Más tarde, echando la vista atrás a los años que precedieron a la fundación del Opus Dei, Escrivá los describió con diferentes metáforas, pero siempre como un periodo de preparación. En una ocasión, dijo: “Dios Nuestro Señor, de aquella pobre criatura que no se dejaba trabajar, quería hacer la primera piedra de esta nueva arca de la alianza, a la que vendrían gentes de muchas naciones, de muchas razas, de todas las lenguas (...). Era preciso triturarme, como se machaca el trigo para preparar la harina y poder elaborar el pan; por eso el Señor me daba en lo que más quería... ¡Gracias, Señor! (...). Eran hachazos que Dios Nuestro Señor daba, para preparar –de ese árbol- la viga que iba a servir, a pesar de ella misma, para hacer su Obra. Yo, casi sin darme cuenta, repetía: Domine, ut videam! Domine, ut sit! No sabía lo que era, pero seguía adelante, adelante, sin corresponder a la bondad de Dios, pero esperando lo que más tarde habría de recibir: una colección de gracias, una detrás de otra, que no sabía cómo calificar y que llamaba operativas, porque de tal manera dominaban mi voluntad que casi no tenía que hacer esfuerzo. Adelante, sin cosas raras, trabajando sólo con mediana intensidad” [2] .

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El período de preparación terminó con la fundación del Opus Dei el 2 de octubre de 1928. Desde entonces Escrivá supo lo que Dios le pedía y dedicó su vida a realizarlo. El resto de este libro cuenta la historia de esos esfuerzos.

[1] Álvaro del Portillo. UNA VIDA PARA DIOS. Ediciones Rialp. Madrid 1992. p. 30

[2] ibid. p. 30-31