Introducción

"La fundación del Opus Dei". Libro escrito por John F. Coverdale, en el que narra la historia del Opus Dei hasta 1943.

El Opus Dei es una parte de la Iglesia Católica. Técnicamente, una prelatura personal, cuyo fin es promover entre católicos de todas las clases sociales una vida totalmente acorde con su fe. Ayuda a sus miembros y a otras personas a convertir su trabajo y el resto de actividades que forman el día a día de sus vidas en ocasiones de amar a Dios y de servir a sus semejantes, hombres y mujeres, recordándoles que todos los bautizados están llamados a buscar la santidad y a extender el Evangelio. Hoy día cuenta con más de 80.000 fieles de 90 nacionalidades: 47.000 en Europa, 28.000 en América, 5.000 en Asia, el Pacífico y Australia, y 2.000 en África. Según Vittorio Messori, el periodista italiano que colaboró con Juan Pablo II en el best seller “Cruzando el Umbral de la esperanza”, “la importancia eclesial del Opus Dei y su proyección social están empezando a notarse ahora. Sólo el tiempo la dará a conocer entoda su amplitud”[1].

Este libro cuenta la historia temprana del Opus Dei, cuando sólo era una pequeña semilla que empezaba a florecer. Elegí 1943 como el punto final del comienzo de su historia. En aquel tiempo el Opus Dei sólo contaba con unos doscientos fieles, todos ellos solteros, estudiantes universitarios o recién licenciados y que vivían en España. Sin embargo, ya en 1943 el fundador del Opus Dei, el beato Josemaría Escrivá, tenía en mente todas sus características esenciales y cómo se pondrían en práctica. Todo lo que vino después, y lo que está por venir, fue, pues, un desarrollo de lo que ya existía entonces.

Echando la vista atrás después de más de medio siglo, sería fácil suavizar inconscientemente la dureza de la historia de los comienzos a la luz del crecimiento posterior. El principal obstáculo para el desarrollo del Opus Dei en un principio fue la novedad de su mensaje: la búsqueda de la santidad en la vida ordinaria. Todavía hoy, a pesar de las enseñanzas del Vaticano II sobre la llamada universal a la santidad y el desarrollo de una rica teología sobre los laicos, a muchos católicos –por tener una visión clerical de la Iglesia– les resulta difícil de comprender. Treinta años antes del Concilio Vaticano II, la afirmación de que enfermeras, abogados, empleados de fábrica y trabajadores del campo estaban llamados por Dios a buscar la santidad en medio de sus ocupaciones se le antojaba a mucha gente, también a muchos eclesiásticos, como algo herético. De los pocos que admitían esa posibilidad teórica de buscar activamente la santidad en la vida ordinaria, muchos consideraban quijotesco dedicarse realmente a ello: “Si fuera a tomarme mi religión tan en serio”, pensaban, “lo mejor sería que me hiciera sacerdote.”

Además de esta dificultad intrínseca, el Opus Dei encaraba otra multitud de obstáculos. Su fundador era un joven sacerdote sin dinero ni contactos. Si pasaba grandes apuros para ganar el dinero necesario con que mantenerse, viviendo muy modestamente, él, su madre, su hermana y su hermano pequeño, cuánto más para sacar adelante las actividades del Opus Dei. Por otro lado, no pertenecía a la diócesis de Madrid, donde nació el Opus Dei, y por tanto se encontraba con la constante amenaza de ser expulsado de ella.

Poco después de la fundación del Opus Dei, España empezó a ser testigo de una serie de ataques legales a la Iglesia, a la vez que de brotes de violencia anticlerical. En este clima, muchos jóvenes que se tomaban en serio su fe se dedicaron con tanto ahínco a actividades políticas, incluso a la resistencia armada frente a la violencia anticlerical, que encontraban difícil o imposible entender la importancia que el fundador del Opus Dei daba a la vida interior de oración y sacrificio.

Unos años más tarde, cuando el Opus Dei tenía un pequeño núcleo de miembros y había adquirido un inmueble en el que llevar a cabo sus actividades, comenzó la Guerra Civil española y, con ella, lo que muchos han juzgado como la más sangrienta persecución que la Iglesia ha padecido en Europa occidental. Miles de personas –sacerdotes, religiosos y laicos– fueron asesinadas por sus convicciones religiosas. Se quemaron numerosas iglesias y se prohibieron las ceremonias religiosas. El fundador y los primeros miembros de la Obra se vieron obligados a esconderse. Durante tres años, las actividades de formación del Opus Dei se vieron obstaculizadas por la guerra, durante la cual quedó destruido el único centro. Dos miembros murieron en el frente y algunos otros no perseveraron a causa de las difíciles condiciones a las que se vieron sometidos durante la guerra.

No bien hubo acabado la Guerra Civil y el Opus Dei reanudado sus actividades, estalló la Segunda Guerra Mundial. España no estuvo envuelta directamente en ella, pero el clima de tensión y de incertidumbre que creó, unido al periodo de dureza y escasez económica de la posguerra, fue un nuevo obstáculo para el crecimiento del Opus Dei. Además, el Opus Dei empezó a sufrir una serie de crueles ataques. Algunos venían de los enemigos de la Iglesia que querían impedir a los católicos tomar en serio su fe; otros procedían de algunos políticos, contrarios a la defensa que hacía el Opus Dei de la libertad política de los católicos y a su negativa a suscribir la doctrina política dominante. Los ataques más importantes vinieron, sin embargo, de algunos sacerdotes y religiosos que veían el mensaje del Opus Dei acerca de la vocación de los laicos como herético y como una amenaza para los seminarios y la vida religiosa.

A pesar de todas estas dificultades, el Opus Dei no sólo sobrevivió, sino que se consolidó. Su supervivencia y crecimiento no son, sin embargo, conclusiones que se daban por supuestas. Se deben, principalmente, a la gracia de Dios y, también deben mucho al valor extraordinario, fortaleza y fe del fundador y de sus primeros seguidores, que este libro documenta.

 

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Este estudio está basado en libros y artículos ya publicados. Las fuentes en las que descansa son fragmentarias e irregulares. Hay material abundante sobre muchos acontecimientos; sobre otros, muy poco; y casi nada, acerca de algunos. Por diversas razones, también la caridad hacia quienes no perseveraron en el Opus Dei, las fuentes accesibles se refieren exclusivamente a la gente que continuó en el camino emprendido y contribuyeron al crecimiento y desarrollo del Opus Dei.

El texto incluye muchas citas del Beato José María Escrivá. Algunas están tomadas de sus obras escritas, publicadas y no publicadas. Otras, de notas sobre lo que dijo en diversas ocasiones. Me remito, con frecuencia, al Archivo General de la Prelatura del Opus Dei, que el lector verá en las notas con las siglas AGP.

Aunque no puedo citar a todos individualmente, no quiero dejar de expresar un especial agradecimiento a Stanley G. Payne, que fue mi maestro en la Universidad de Wisconsin.

 

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Oí hablar por primera vez del Opus Dei en Milwaukee, Wisconsin, en 1958. Poco después me incorporé a él. Desde 1960 a 1968 estudié en el Colegio Romano de la Santa Cruz, perteneciente al Opus Dei, donde tuve la oportunidad de conocer y trabajar con su fundador, Josemaría Escrivá de Balaguer, que fue beatificado por el Papa Juan Pablo II en 1992 y será canonizado el 6 de octubre de 2002. Aparte de un breve epílogo, todos los acontecimientos narrados en este libro ocurrieron mucho tiempo antes de que oyera hablar del Opus Dei por primera vez. No están por eso basados en mi observación directa. El relato está, sin embargo, como es lógico, impregnado de mi experiencia personal.

 

Nueva York, mayo de 2002

(Volver al sumario) [1] Vittorio Messori. OPUS DEI. UNA INVESTIGACIÓN. Eiunsa. Barcelona, 1994, p. 16.