CONCLUSIÓN

Capitulo de “El Opus Dei: Ficción y realidad", un libro de M.J.West

Ha sido un largo viaje por diez países, visitando docenas de labores en las que están implicadas miles de personas. Sin embargo, dada la extensión y el alcance del Opus Dei, no ha sido más que una aproximación. Había planeado visitar también Francia, Alemania y Perú, pero al final no me fue posible. En Perú hubiese querido conocer la Universidad de Piura, donde los estudiantes con más medios financian la educación de los que no disponen de recursos para hacerlo, así como la labor que los miembros del Opus Dei desarrollan con los, indios, ayudándoles a mejorar su educación y a aprender modernas técnicas agrícolas.

Aunque había muchos más lugares a donde ir, creo que he realizado mi propósito: dar a conocer algo del espíritu que anima al Opus Dei. Reflexionando sobre el viaje, una vez concluido, me he dado cuenta de lo bien que el Opus Dei se adecua tanto a los quehaceres ordinarios de los hombres y mujeres que viven en el mundo como a la vida de la Iglesia; y de hasta qué punto tenía razón Monseñor Escrivá cuando decía "sin ninguna clase de arrogancia, con agradecimiento a la bondad de Dios", que el Opus Dei nunca tendría problemas de adaptación al mundo ni necesidad alguna de ponerse al día, porque "Dios Nuestro Señor ha puesto al día la Obra de una vez para siempre, dándole esas características peculiares, laicales; y no tendrá jamás necesidad de adaptarse al mundo, porque todos sus miembros son del mundo."

Para darse cuenta de la perfecta sintonía existente entre la Prelatura Opus Dei y la Iglesia Católica basta con echar un vistazo a algunos documentos del Concilio Vaticano II. He aquí una breve cita, referente al trabajo:

"Quienes se dedican a trabajos con frecuencia duros deben buscar su perfección en sus tareas humanas, ayudar a sus conciudadanos y elevar el nivel de toda la sociedad y de la creación, tratando de imitar con caridad activa a Cristo, cuyas manos se ejercitaron en el trabajo manual, y que, no cesa de actuar con el Padre para la salvación de todos. Gozosos por la esperanza, llevando los unos las cargas de los otros, por su trabajo diario asciendan a una santidad más alta y apostólica... Por lo tanto, todos los cristianos, en cualquier estado de vida, oficio o circunstancias, y a través de todo ello, se santificarán cada día más si lo reciben todo con fe de la

mano del Padre celestial y cooperan con la voluntad divina, manifestando a todos en ese mismo servicio temporal el amor con que Dios amó al mundo.".

Y sobre el apostolado de los laicos, el Concilio dice:

"Para esto ha nacido la Iglesia: para, dilatando el Reino de Cristo por toda la tierra, hacer partícipes a todos los hombres de la redención salvadora y, por medio de ellos, orientar verdaderamente todo el mundo hacia Cristo. Toda la actividad del Cuerpo Místico dirigida hacia ese fin se llama apostolado, que la Iglesia ejerce a través de todos los miembros, ciertamente con modos diversos; la

vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado".

Está claro, pues, que el Opus Dei no es, como algunos tratan de hacer ver, "un grupo de presión" o movimiento conservador, sino una parte de la estructura constitucional de la Iglesia católica. Su fundamento jurídico es de la misma naturaleza, aunque diferente, al de una diócesis territorial.

El Opus Dei ha sido, en efecto, objeto . de críticas, pero esto era inevitable, pues el mismo Cristo dijo que el servidor no sería tratado mejor que su señor, y aunque el que sea criticado no es por sí mismo una prueba concluyente de que el Opus Dei esté divinamente inspirado, es algo que ocurre siempre que algo o alguien se mantiene fiel a las enseñanzas de Cristo.

Tal vez la impresión más fuerte y duradera de mi viaje sea que el "espíritu" del Opus Dei no es una vaga generalización, sino algo palpable, real. En todas partes, los miembros rezan, frecuentan los sacramentos, procuran santificar su trabajo profesional, etc. Pero el espíritu que los une se expresa de muy diversas formas. No sólo porque sepan que toda profesión honrada puede acercarles a Dios -que un profesor puede ser contemplativo en su trabajo, lo mismo que un jardinero o un taxista-, lo cual ya es interesante en sí mismo, sino por la enorme variedad de actividades y labores que llevan a cabo los miembros del Opus Dei en distintos países e incluso dentro de un mismo país; esto es lo que más me sorprendió.

Mientras en unos sitios el espíritu del Opus Dei se expresa a través de una escuela de idiomas, en otros inspira una escuela agrícola y en otros, una institución docente que evite la discriminación racial. Unas veces, los miembros del Opus Dei enseñan a criar pollos; otras a ser buenos economistas y hombres de negocios. En Japón, por ejemplo, exhortan a trabajar menos tiempo; en México, a trabajar más. En algunos países, como España, hay miembros del Opus Dei que forman campesinos, que fundan centros académicos y universidades, clubs y colegios, que construyen hospitales y santuarios, que procuran que los deficientes mentales tengan un medio de vida, etc. Y en una sola ciudad, como Roma, puede verse esa variedad en un solo Centro, ELIS, que ofrece una diversidad de profesiones a una comunidad que antes carecía de las instituciones sociales básicas más elementales.

Todo esto contradice la idea de que el Opus Dei es rígido y autoritario, cuando en realidad es dinámico, maleable; su capacidad para responder a muy diferentes necesidades es fruto de la libertad de que gozan sus miembros. Ninguna organización rígida, petrificada, podría ofrecer una gama tan amplia de iniciativas.

He de decir, para terminar, que aunque el viaje me dio oportunidad de calar en su naturaleza, creo que no es posible expresar adecuadamente con palabras el espíritu del Opus Dei. Comprendo a quienes piensan sinceramente que el Opus Dei es una sociedad secreta, no porque lo sea, sino porque creo que, en el fondo, es un misterio. Su aparición, desarrollo y expansión son realmente maravillosos. Y seguramente es así porque el Opus Dei forma parte del misterio que es la Iglesia, un misterio que existe desde hace casi 2.000 años.

En la entraña de este misterio hay algo muy simple, tan sencillo que nuestro complicado y retorcido siglo XX no es capaz de captar. No se trata tanto de algo nuevo como de algo que arroja una nueva luz sobre realidades que siempre han estado ahí: la vida ordinaria, la familia, el trabajo, la amistad y el servicio a Dios. Las siguientes palabras del fundador del Opus Dei resumen lo que expresó repetidamente a lo largo de su vida, una vida dedicada a extender por el mundo el Opus Dei, la obra de Dios:

"Sueño -y el sueño se ha hecho realidad- con muchedumbres de hijos de Dios, santificándose en su vida de ciudadanos corrientes, compartiendo afanes, ilusiones y esfuerzos con las demás criaturas. Necesito gritarles esta verdad divina: si permanecéis en medio del mundo, no es porque Dios se haya olvidado de vosotros, no es porque el Señor no os haya llamado. Os ha invitado a que continuéis en las actividades y en las ansiedades de la tierra, porque os ha hecho saber que vuestra vocación humana, vuestra profesión, vuestras cualidades, no sólo no son ajenas a sus designios divinos, sino que El las ha santificado como ofrenda gratísima al Padre."