Con espíritu de comunión eclesial

Breve biografía sobre el Fundador del Opus Dei escrita por José Miguel Cejas

Sus palabras rezumaban comprensión y alegría, vivida en un sentido de comunión con todos los carismas con los que el Espíritu vivifica su Iglesia. Y explicaba que no había por qué asombrarse ante las dificultades, las incomprensiones o las maledicencias. Los santos –comentaba durante su catequesis en São Paulo— se han ido al otro mundo llevando encima una carga de basura echada por sus contemporáneos. No se me olvida que, al morir Teresa de Lisieux, decía una de las monjitas del convento: ¿y qué podrá decir la Madre Superiora de esta pobre monja? ¡Una santa grande! ¿Y la otra Teresa, la Teresona grande de Avila? Pues… dijeron de todo! (…) Estaba en Sevilla. El correteo de aquella época, desde Ávila a Sevilla, era algo más que lo que he hecho yo desde Roma a S ão Paulo… En un carromato por aquellas carreteras tremendas, llenas de polvo…, con aquel calor de Castilla… Envuelta en la reciura de aquel traje basto, de aquel hábito penitente… ¡Pobre Teresa de Jesús, toda delicadezas de amor! ¿Sabéis lo que decían sus contemporáneos, cuando ella abría sus palomarcicos ?! Decían que, so capa de abrir conventos… —con ocasión de abrir conventos—… llevaba mujeres mozas de una parte a otra, ¡para volverlas malas…! La llamaban… ¿Está claro? — Sí, Padre, le respondieron.

—… Teresa de Jesús…! Amaba y quería todos los caminos de santificación de la Iglesia: las antiguas órdenes monásticas y las modernas congregaciones, la vida consagrada y los incipientes movimientos que surgían durante aquellos años.

Forma parte esencial del espíritu cristiano no sólo vivir en unión con la Jerarquía ordinaria —Romano Pontífice y Episcopado—, sino también sentir la unidad con los demás hermanos en la fe. Desde muy antiguo he pensado que uno de los mayores males de la Iglesia en estos tiempos, es el desconocimiento que muchos católicos tienen de lo que hacen y opinan los católicos de otros países o de otros ámbitos sociales. Es necesario actualizar esa fraternidad, que tan hondamente vivían los primeros cristianos. Así nos sentiremos unidos, amando al mismo tiempo la variedad de las vocaciones personales (...) Es importante que cada uno procure ser fiel a la propia llamada divina, de tal manera que no deje de aportar a la Iglesia lo que lleva consigo el carisma recibido de Dios.

En esas reuniones de catequesis animaba a seguir a Cristo con docilidad plena a las inspiraciones del Espíritu, según el propio carisma, con una vida de piedad, oración y sacrificio. Recomendaba la plegaria personal, el encuentro cotidiano con Jesús en el Pan y la Palabra, la confesión frecuente, el trato con la Virgen, etc., adaptando el propio plan de vida cristiana con flexibilidad, conforme a las circunstancias de cada uno.

Mostraba la grandeza de la vida ordinaria y enseñaba a buscar la santidad en el cumplimiento de los propios deberes en la vida “de todos los días”. De ese modo los cristianos —decía— pueden ser contemplativos en medio del mundo .

Recordaba —en unos años de confusión doctrinal— el verdadero sentido de la liberación cristiana, según los principios de la doctrina social de la Iglesia, enseñando a vivir el Evangelio en un espíritu de libertad. Soy amigo de la libertad —decía— porque es un don de Dios.

Enseñaba a los laicos a actuar con coherencia en la vida cristiana, respondiendo cristianamente y con valentía a todos los retos de la sociedad: especialmente a lo que ahora se denomina “cultura de la muerte” (aborto, eutanasia, etc.).

Aunque su predicación se dirigía fundamentalmente a las personas llamadas por Dios a buscar la santidad en medio del mundo, por medio de su trabajo (cualesquiera que fuera su estado: casados, solteros, viudos) su mensaje de raíz evangélica concierne a todos los cristianos; y sus enseñanzasse funden en lo que denominaba unidad de vida . Hay una única vida —decía— hecha de carne y espíritu, y ésa es la que tiene que ser —en el alma y en el cuerpo— santa y llena de Dios .