El 2 de octubre de 1928, Dios concedió ver el Opus Dei a Josemaría Escrivá de Balaguer con una fuerza tal, mediante una gracia tan específica y reveladora, que nunca dudó del origen sobrenatural del Opus Dei; “la empresa, que estamos llevando a cabo —escribió pocos años después—, no es una empresa humana, sino una gran empresa sobrenatural , que comenzó cumpliéndose en ella a la letra cuanto se necesita para que se la pueda llamar sin jactancia la Obra de Dios ” ( Instrucción, 19.III.1934 , en El itinerario jurídico del Opus Dei , p. 39).
Inculcaba a los miembros del Opus Dei estas íntimas y profundas certezas, que tenía grabadas a fuego en su alma y en su corazón:
“1/ La Obra de Dios viene a cumplir la Voluntad de Dios. Por tanto, tened una profunda convicción de que el cielo está empeñado en que se realice. 2/ Cuando Dios Nuestro Señor proyecta alguna obra a favor de los hombres, piensa primero en las personas que ha de utilizar como instrumentos… y les comunica las gracias convenientes.
3/ Esta convicción sobrenatural de la divinidad de la empresa acabará por daros un entusiasmo y amor tan intenso por la Obra, que os sentiréis dichosísimos sacrificándoos para que se realice” ( Instrucción , 19-III-1934, nn. 47-49, en A. Vazquez de Prada , El Fundador del Opus Dei I , p. 576).
El Opus Dei proporciona ayuda espiritual (clases de vida cristiana, acompañamiento espiritual) y formación doctrinal (conocimiento y profundización en la enseñanza de la Iglesia) a todos los que participan de sus apostolados. Es una ayuda de carácter ascético y espiritual, profundamente respetuosa con las libres opciones temporales de sus fieles y de las personas que se forman al calor del Opus Dei. Este respeto explica la pluralidad de perfiles ideológicos, culturales y vitales que ofrecen las personas que buscan a Cristo con el carisma del Opus Dei.
San Josemaría señaló algunos rasgos del carisma.
