El susurro de una brisa suave

Alexander Zorin, un eminente intelectual y poeta ruso, de religión ortodoxa, reflexiona en este ensayo sobre las enseñanzas de Josemaría Escrivá

En la poesía me gusta la realidad sensible, el relieve, el olor, el color, el sonido. En ellos y a través de ellos se materializa la armonía de lo visible y de lo invisible. La acción del Espíritu es perceptible, sobre todo en el arte. Por eso el escritor bíblico compara el Espíritu Santo con un susurro de brisa suave (1 Reyes 19,11-12). 

En su tiempo influyó bastante en mi trabajo el poeta Arseny Aleksandrovich Tarkovsky. Escribí un artículo sobre su poesía: “La construcción pesada del verso planea, como mariposa, como ‘negrura con alas de luz’. En la poesía de Tarkovsky se encuentran dos acciones opuestas: la pesadez del suelo y la ligereza del aire. El mundo material, traspasado por una energía desconocida, planea, independientemente de su masa y de su peso”.

En la vida ordinaria a veces nos parece que tenemos alas en la espalda, como en las pinturas de Chagal. Sus enamorados planean en el aire de la vida cotidiana. Hay que descubrir lo sobrenatural en lo cotidiano, nos recuerda Escrivá. El padre Alexander dijo un día, de pasada: “La cosa es que habríamos podido no ser…” Es decir, habría podido no ser el milagro cotidiano de la creación, algo de lo que nos olvidamos con frecuencia. 

Alexander Zorin