La palabra exacta

Alexander Zorin, un eminente intelectual y poeta ruso, de religión ortodoxa, reflexiona en este ensayo sobre las enseñanzas de Josemaría Escrivá

Se podría  decir que el hombre conoce el mundo en primer lugar mediante el sentido del tacto. De esa forma el plano, la superficie en la cual el mundo se hace perceptible, se convierte en algo íntimo para mí. En el tacto se esconden los instintos cognoscitivos más profundos. Pero en esa frontera del conocimiento y de sus pretensiones irrefrenables, nos encontramos siempre un cartel con la inscripción: “No tocar con las manos!”

Sin embargo Cristo permitió que el incrédulo Tomás le tocase con las manos. La esfera del Espíritu y la esfera material se unen misteriosamente y nuestra falta de fe busca pruebas de esa unión. 

Tengo mis pruebas. Están relacionadas con mi actividad artística. Cuando busco la palabra exacta, no sólo se pone a trabajar mi memoria, sino también mis manos, que empiezan a modelar con el barro de la tierra algo inefable, imperceptible, algo que no puede alcanzarse sin esfuerzo. Experimento lo mismo cuando escucho en mi parroquia las homilías del padre Georgy, un predicador brillante. Sus dedos, sensibles como los de un músico, participan de esta acción plástica.

La palabra tiene una sustancia espiritual y material a la vez. El hombre es un ser psicofísico. Por esa razón el concepto de materialismo cristiano formulado por Josemaría Escrivá –que es tan importante en la espiritualidad del Opus Dei- confirmó mi intuición y el valor de mi propio arte, de la creación poética a la que estoy entregado. Escrivá me protege de ese espiritualismo excesivo, tan común en algunos círculos eclesiásticos: “Es lícito –se lee en Conversaciones- por tanto, hablar de un materialismo cristiano, que se opone audazmente a los materialismos cerrados al espíritu”. 

Continúa escribiendo: “A ese Dios invisible, lo encontramos en las cosas más visibles y materiales” (ibid, 113). La verdad es que Dios ama al mundo visible y material, y lo dice claramente (Gen, 1 cap.). El cristiano cree en el Verbo encarnado, en la resurrección de la carne.