Las enseñanzas de Escrivá

Alexander Zorin, un eminente intelectual y poeta ruso, de religión ortodoxa, reflexiona en este ensayo sobre las enseñanzas de Josemaría Escrivá

Las enseñanzas de Escrivá son muy ricas; son aforísticas, como las obras en verso, y se acercan a la poesía didáctica. En ciertas épocas este género resulta el más adecuado. En la actualidad nos descaminamos fácilmente, y nos quedamos en un estado de postración espiritual, incapaces de distinguir el bien del mal, lo noble de lo perverso, lo hermoso de lo feo. En nuestras andanzas desesperadas nos parecemos a aquellos ninivitas de los que se dijo, hace dos mil quinientos años, que no sabían “distinguir la mano derecha de la izquierda” (Jonás 4,11). 

De este modo, desde hace unos veinte años, las enseñanzas espirituales de Escrivá se convirtieron en mi libro de cabecera. Llegué a saberme sus puntos de memoria, como una oración aprendida, como se recuerdan los pasajes de la Sagrada Escritura. De vez en cuando me sentía impelido a darles mi propia forma, y ponía los ponía en verso. 

Este tipo de versificación es frecuente en la historia de la literatura, en particular de la literatura espiritual. Su legitimidad se encuentra en el Salterio: ha habido eminentes poetas, desde Lomonossov hasta Bunin, que han transcrito los salmos en ruso de forma versificada. 

Porque en mi opinión, Camino es mucho más que un texto. Es una orientación para la acción, que ayuda a encarnar en la vida cotidiana la Novedad del Evangelio, una Buena Nueva que le ha sido dada al hombre de todos los tiempos. El imperativo moral audaz, expresado con singular valentía, es algo poco común en nuestra literatura. ¿No será éste el principio viril, sin el cual se marchita el alma eslava, que se debate entre inquietudes de todo tipo?... 

El estilo penetrante de Camino está como pidiendo, me parece a mí, la fuerza de una rima. Lo dice Puschkin: “Lo adorno con una rima voladora”. Un pensamientoincisivo como el de estos puntos espirituales necesita del acompañamiento melódico, incluso con esas formas exuberantes propia  de nuestra liturgia y, en general, de nuestro arte religioso. Nuestro sentido estético –pensaba- podría suavizar la impronta occidental Camino, haciéndolo más nuestro.