Encuentro de san Josemaría con José María Somoano

El 2 de enero de 1932 san Josemaría fue al Hospital del Rey para conocer a José María Somoano, por medio de un amigo común, don Lino Vea-Murguía. El joven fundador había pedido a varias personas que rezaran y ofrecieran algún sacrificio por el fruto de aquella conversación. 

"Me visitó por vez primera José Mª Escrivá acompañado de Lino —escribió Somoano aquel mismo día—. Me entusiasmó. Le prometí enchufes —enfermos orantes— para la O. de D. (Obra de Dios).Yo entusiasmado. Dispuesto a todo".

Ese “dispuesto a todo” indica que la semilla había caído en tierra buena. Don Josemaría había encontrado en Somoano un alma de Apóstol, un sacerdote dispuesto entregarse a Dios en el Opus Dei, que daba los primeros pasos, y, agradecido a Dios, rezó un Te Deum.

Somoano no cabía en sí de gozo, tras aquel encuentro que había supuesto un descubrimiento maravilloso en su vida. "Pedí por la O. de D. y rogué a hermanas y cabildo que pidieran. Durante la mañana me sentí entusiasmadísimo y contento" –escribió en sus notas.

Le contó a María Ignacia García Escobar, tiempo después, que aquella noche no había podido "reconciliar el sueño, de la alegría tan grande que sentía".

Estaba felicísimo por aquella nueva gracia, un regalo inesperado que Dios le concedía. La entrega en el Opus Dei abría una dimensión nueva en su vida sacerdotal. Sabía que, en cuanto sacerdote, estaba llamado a la santidad; pero ahora sus horizontes de amor de Dios cobraban, gracias a la ayuda espiritual del Opus Dei, vuelos y perspectivas insospechadas.

A los jóvenes hermanos de José María Somoano, Vicente y Leopoldo, les impresionó la alegría y la fuerte vibración apostólica de aquellos sacerdotes amigos de su hermano, que se reunían de vez en cuando en el hospital o en el Porta-Coeli. Los recuerdan jóvenes -muy jóvenes-, alegres, entusiastas, decididos y muy amigos entre sí. Recuerda Leopoldo que su hermano se compenetraba espléndidamente con aquel joven Fundador lleno de Dios, con mucha energía, sencillo, siempre sonriendo y con buen humor. Junto con don Lino Vea-Murguía y don José María Vegas formaban un grupo de sacerdotes "del cual era el alma don Josemaría, que ponía un gran entusiasmo y un enorme espíritu en la labor con estudiantes, con enfermos y con sacerdotes. Se preocupaba mucho de éstos últimos, sobre todo cuando oía que alguno abandonaba su sacerdocio o se comportaba indignamente". 

El Fundador hablaba del Opus Dei a los que le rodeaban —recuerdan Vicente y Leopoldo— "haciéndoles ver —también nos lo decía a nosotros— que la Obra sería un gran instrumento al servicio de la Iglesia, con proyección universal, extendida por todo el mundo".