Un premio a 30 años de trabajo

María Victoria Troncoso, presidenta de la Fundación Síndrome de Down de Cantabría, y su marido, el catedrático de Farmacología, Jesús Flórez han recibido el Premio “Christien Pueschel de Investigación” por las aportaciones realizadas al conocimiento del síndrome de Down

La entrega del prestigioso galardón se desarrolló en Atlanta (Estados Unidos), durante una cena de gala celebrada que puso cierre a la convención anual organizada por la más importante organización americana dedicada al síndrome de Down.

El matrimonio cántabro formado por María Victoria Troncoso y Jesús Flórez, a su vez padres de dos hijas, una tiene síndrome de Down y la otra retraso mental, fue elogiado por la intensa labor investigadora y educativa realizada en los últimos 30 años.

Ofrecemos a continuación el extracto de una entrevista realizada a María Victoria en Canal Down21 y un clip de vídeo en el que esta supernumeraria del Opus Dei habla, antes de la Canonización de San Josemaría, de la devoción al, entonces beato, Fundador del Opus Dei (extracto del vídeo “Es cuestión de fe”, incluido en su versión completa en esta web).

Para ver el vídeo Extracto de una entrevista publicada en Canal Down21 María Victoria Troncoso es, desde hace muchos años, Presidenta de la Fundación Síndrome de Down de Cantabria. Su vida profesional comenzó por derroteros bien diferentes a los del mundo de la discapacidad pues se licenció en Derecho por la Universidad de Navarra. Un buen día se aplicó en ella el arraigado refrán popular que dice: “El hombre propone y Dios dispone”. María Victoria es madre de cuatro hijos; las dos chicas tienen discapacidad intelectual y fue hace 41 años cuando tuvo que aplicar todo lo que sabía de “derechos” para volcarlos sobre las personas más desprotegidas e inculcarles no sólo lo que merecían tener sino los deberes que tenían por cumplir a lo largo de sus vidas. Pocos años después se diplomó en Pedagogía Terapéutica y, con más valor del que da uno o varios títulos académicos, se doctoró “cum laude” en la carrera profesional más difícil que nos toca estudiar a los mortales: la propia vida y la voluntad férrea, la constancia implacable y el desinteresado amor a borbotones, para sacarla airosamente adelante y, con la suya, la de toda una maravillosa familia.

­Pregunta: - ¿Tan diferentes somos de ellos, María Victoria?

Me parece muy acertado el slogan: “Todos iguales, todos diferentes”, porque en lo esencial todos somos iguales porque somos seres humanos, con la misma dignidad, con afectos y sentimientos, con derechos y deberes, con luces y con sombras, con debilidades y fortalezas, con una misión que cumplir.

Pero, al mismo tiempo, cada uno somos un ser único e irrepetible, distinto, diferente, en aspectos accidentales. ¡Basta sentarse en el banco de un paseo y ver a las personas que pasan por delante!... Pero insisto en que no hay tanta diferencia entre unos y otros, entre quienes tienen síndrome de Down y quienes no lo tenemos. Lo fundamental y común es el ser, y lo accidental y diverso es el hacer o el tener. Entre todos los seres humanos hay más igualdad que diferencia.

Muchas veces la imagen que damos de nosotros mismos nos hace flacos favores. ¿Es María Victoria Troncoso una persona exigente, firme e inflexible consigo misma, todo el tiempo? ¿O también le duele la cabeza, llora con una película, se siente agobiada, confusa, y con ganas de escaparse a las Fiji durante una semana y, a poder ser, sola?

No sé si soy exigente, firme e inflexible conmigo misma, pero sí sé que trabajo mucho y que procuro hacer bien las cosas. ¡Por eso me duele la cabeza con frecuencia!... Las pocas veces que veo una película, cuando me emociono lloro, ¡y mucho!

Estoy muy familiarizada con los agobios... ¡Siempre tengo más cosas que hacer que tiempo para ello!... Con frecuencia tengo el conflicto entre cumplir un deber u otro en el mismo espacio de tiempo: éste es el tipo de confusión que me viene un día sí y otro también.

No me asaltan las ganas de escaparme lejos, pero sí siento muchas veces el agotamiento y no puedo seguir. Me parece evidente que la fortaleza física no es lo mío... Pero el motor interior vuelve a darme energía y me impulsa. A veces, ese motor interno es “encendido” por alguien que me necesita o que me pide algo, y me pongo otra vez en marcha. Si creo que he sido útil y he podido ayudar a alguien, eso es mejor que ir a las Fiji o disponer de tiempo para mí sola.